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10 años de El Chupi Chupi, la canción que “escandalizó” a Cuba

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Hace 10 años una canción rompía los termómetros de la popularidad, y ponía caliente, bien caliente, la polémica sobre el reguetón en Cuba. 

Con “El Chupi Chupi” Osmani García, sin proponérselo y posiblemente sin pensar en lo que le vendría encima, marcó un momento importante relacionado con el debate sobre la música urbana en la esfera pública y comenzaba a despegar con su carrera hacia el éxito a mayor escala. 

La canción se coló de pronto en la televisión y en otros espacios regidos por el diseño oficial y cuando comenzó a ganar visibilidad y popularidad se dispararon las alarmas, con cierta razón, no solo en el ámbito mediático e intelectual sino en una parte del pueblo.

No es menos cierto que el mensaje estaba provisto con evidentes alusiones sexuales y frases muy explícitas con ese tipo de contenido, por ejemplo, aquello de “Dame un chupi chupi, que yo lo disfruti/ abre la bocuti, tragátelo tuti, lo que fue el catalizador hacia la prohibición y la eliminación del clip y la canción en los medios.

Era la época en que el reguetón comenzaba a hacerse más fuerte y la mayoría de los cantantes que cultivaban ese estilo lo hacían sin el menor remilgo a la hora de grabar y cantar temas calenturientos, con un fuerte contenido sexual, que causaron debate o prohibiciones no solo en Cuba sino en otros países de Latinoamérica, desde donde este ritmo se lanzó hacia el mundo de una manera imparable hasta el día de hoy.

Durante los años siguientes a la polémica, Osmani García ha realizado una carrera bastante exitosa. De eso hablan números como los de El Taxi, cantada hasta por el famoso Pitbull, entre otros que lo lanzaron de cabeza a la potente industria del reguetón en La Florida.

Ya ni “El Chupi Chupi” ni el trabalenguas sexual que lo acompañó se mencionan en las discotecas de La Habana o en las fiestas que no se hacen por la pandemia; pero seguramente un joven y entusiasmado  Osmani no olvidará ese momento de su carrera en el que su confianza en el tema y en sí mismo, lo llevó a enviarle una carta de riposta al entones Ministro de Cultura Abel Prieto, quien, sin dudas, preso de la exaltación, se subió al ring para catalogar el tema como «degenerado» y proferir contra el intérprete otras acusaciones en esa misma línea.   

La carta, se nota desde el principio, estaba escrita más con la molestia que le provocó que le quitaran de pronto “El Chupi Chupi” a los cubanos que con la calma de la razón.   

En su respuesta a Prieto el bueno de Osmani indicó: “Quién se cree este ministro para faltarle el respeto a los que elevan el nombre de su país por el mundo entero haciendo bailar y cantar a millones de personas de otras culturas”.

El cantante se percibía a sí mismo como uno de los destinados a poner en lo más alto del mundo el nombre de Cuba con su música, con su Chupi Chupi. La molestia entonces le dio combustible para más.  Dijo que nadie tiene potestad, y en eso no le faltó razón, para impedirle a un músico “lo  que le dé la gana de escoger para poder sacarse de lo más puro y profundo las melodías y ponerle palabras que hagan pensar, o reír, o bailar, o llorar, o hacer ejercicios, correr con tu hijo o sobrino en un buen parque de diversiones, para felicitar a las madre, o para felicitar a tu hija por sus 15 en un vals, o para perder la cabeza con tu pareja o en la fiesta más loca o privada a la que te hayan invitado”.

Lo que si obvió es que el debate no nació de una canción cualquiera. Era el mismísimo Chupi Chupi. Y posiblemente no había muchas opciones para que un hijo le celebrara el cumpleaños a su madre cantándole: “Dame un chupi chupi, que yo lo disfruti/ abre la bocuti, tragátelo tuti”.

Quizás bastaba solo ponerlo a otro horario, con una alerta sobre su contenido explícito y ¡zaz! se solucionaba el escándalo. Pero como es habitual la vía más fácil fue la censura, que al final de nada sirvió o de muy poco. 

Con “El Chupi Chupi” las autoridades nunca supieron bien qué hacer, como tampoco lo supieron con el reguetón que vino después hasta que finalmente se les fue de las manos y hoy constituye uno de los lenguajes más vigentes entre los cubanos de cualquier estrato social.   

“El Chupi Chipi”, con un ritmo pegajoso hasta el cansancio, provocó una suerte de campaña desde los medios oficiales para desacreditar a la canción y al cantante, que dicho sea de paso, y como se veía venir, ha seguido una carrera en la que ha predominado su necesidad de llamar la atención por encima de su trabajo artístico, que también tiene ciertos méritos dentro del género en que se manifiesta.

La lección impartida por los sucesos acaecidos por aquel tema se aprendió tarde- si se aprendió- en Cuba. La prohibición o la crítica desmedida desde los medios no eran la manera adecuada de enfrentar un estilo que se venía consolidando con inusitada fuerza entre los cubanos, pero durante años se siguió realizando.  

Ciertamente este género venció cualquier traba y ya se escucha posiblemente hasta en el mismo Comité Central. En los hoteles nadie se sorprende porque predomine en las fiestas organizadas para turistas, así como tampoco nadie se exalta porque sea parte de cualquier actividad estatal, lo mismo para celebrar una fecha histórica que un cumpleaños colectivo.

La pelea contra el reguetón prácticamente quedó atrás por inocua como también permanece casi en el olvido aquella canción, en que las autoridades vieron el mismo infierno encarnado sobre la tierra. Lo peor o mejor, depende de sus intereses musicales, es que después de 10 años han llegado otras canciones que hacen ver “El Chupi Chupi” como un producto de la inocente imaginación de un bebé.

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