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48 años sin Picasso. Una historia incompleta

Texto: Yanelys Hernández Cordero

Caminar por el centro de Málaga es un encuentro constante con el arte, la ciudad parece nutrirse de dos de los tantos genios que ha visto nacer. Dos tiempos, dos caras del arte que si se miran bien es una sola; lo cierto es que Pablo Picasso y Antonio Banderas reciben al viajero. Tomar una caña en El Pimpi y mirar hacia el balcón del apartamento de Banderas, o caminar por las calles topándose con sus grafitis o posters, así lo confirman. Sin embargo, la magia de esta ciudad asciende en varios de los rinconcitos dedicados a Picasso. El museo, la casa natal, una suerte de hostales, su estatua… nos presentan a un Picasso ya conocido, pero en un entorno local y por qué no, sobre todo turístico.

“Esquizofrénicas” e incluso “satánicas”, así fueron catalogadas en sus inicios algunas de las obras del que resultara luego uno de los artistas más reconocidos de todos los tiempos. En la sala de exposiciones permanentes descansa parte de su legado. Se hace fila en la entrada, incluso cuando los casos de covid-19 en España ascienden y se augura una cuarta ola de contagios. Quizás es porque se acerca el 8 de abril y la ciudad andaluza recuerda la partida de su Picasso o porque todavía se respira el ambiente de Semana Santa o probablemente, porque es tarde de domingo y la entrada resulta gratuita. Unos jóvenes conversan y refieren que están ahí solo para visitar la sala de temporales, que prefieren a Miguel Barceló con su Metamorfosis porque “a Picasso hay que entenderlo”.

Foto: Yanelys Hernández

Al entrar a la colección sí se vislumbra ese entendimiento cuadro-espectador, en el que se observan mutuamente, deteniendo el tiempo y también la multitud de personas en las afueras del gran salón. Y es que esto de descubrir un pedazo de historia en medio de la pandemia es un acto de puro amor al arte o de pura locura. De cualquier modo, estos sentimientos siempre han ido de la mano y con Picasso no queda otra que vivir su obra intensamente.

Descansa en un puesto privilegiado Las Señoritas de Aviñón (1907), uno de sus cuadros más reconocidos, pero aquí el viajero tiene la posibilidad de toparse con los distintos modos desde los que el artista abordó a la mujer, incluida la escultura. Claramente la figura femenina le fascinaba.

Olga Khokhlova, esposa y madre de su primogénito, fue uno de los primeros amores de Picasso o quizás una de sus primeras víctimas si nos adentramos en las tantas historias de su misoginia, algunas relatadas por grandes medios, pues después de la Segunda Guerra Mundial, Picasso ya era una celebridad. Pareciera que su carácter en la manera de abordar a las mujeres influyó de un modo particular en la creación del artista, donde en los primeros retratos la bailarina Olga lucía llena de vida y ya en las últimas piezas, partes de su cuerpo habían sido sustituidas por formas más abstractas y oscuras. A decir de John Ricardson, autor de la biografía de Pablo Picasso “Dora Maar, una de las mujeres de Picasso, me dijo una vez que cada vez que él cambiaba de mujer, todo cambiaba. Se trasladaba a otra casa, cambiaba de amigos, de perro, y por supuesto, de estilo”. En el texto refleja que más allá de esos monstruos que lo habitaban y exponía sin demasiados reparos, Picasso era sensible en otras vertientes más allá del arte. De algún modo, desnuda estas contradicciones en Su Minotauro, donde se mezclan violencia, placer, ternura y desesperación como elementos propios de la naturaleza humana.

Malagueño, andaluz, español en esencia; también disfrutó del proceso de dejar huella en otros sitios del mundo. Francia, la última nación que lo vio con vida hace exactamente 48 años, llegó a ofrecerle nacionalidad, que rechazó; y con Cuba, con Cuba Picasso tuvo una historia oculta marcada por el descubrimiento tardío y la construcción a retazos.

Investigaciones salidas a la luz a finales del pasado siglo revelan que Pablo Ruiz Picasso viajó de modo incógnito a La Habana alrededor de 1950 para conocer más sobre la vida de su abuelo Francisco Picasso, quien a decir del periodista cubano Jorge Garrido Álvarez, autor de La historia secreta de Picasso, se asentó en Sagua La Grande, dejando una familia mestiza que a la fecha supera los 40 descendientes directos.

Cuba y su Málaga tienen varios puntos de encuentro donde el constante olor a mar pareciera el más evidente, por lo que no resulta raro que Picasso, al igual que su abuelo, se perdiera en las bondades que la Mayor de las Antillas tiene para ofrecer. A pesar de que en el museo malagueño no hay propiamente un sitio para la isla, fue el mestizaje otro tema que atormentó su producción artística.

Fotos: Yanelys Hernández

Melancolía, extravagancia y dolor son términos que se tatúan en los rostros de los presentes ante la muestra; aunque paradójicamente algunos críticos llegaran a definir como alegre sus piezas de influencia francesa.

Llegar al final del recorrido es sentir que, como la colección, la biografía de Picasso todavía pudiera estar incompleta; él mismo lo aseveró más de una vez.

Al salir, los muchachos que habían elegido a Barceló ya estaban fuera: cerveza en mano, y mostrando una sonrisa que superaba los límites de sus mascarillas; justo ahí, al lado de la estatua de Picasso, que no tuvo otra opción que sumarse a la selfie y «entender» estos tiempos modernos tan alejados del cubismo.

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