abril 23, 2024
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Y cuando acabe la pandemia, ¿seremos los mismos?

Foto: Jorge Luis Borges

Texto: Jorge Suñol

Más de una vez me lo he preguntado. Más de una vez me despierto pensando que todo ha pasado. Que la gente me mira, nos mira sin nasobucos, se abrazan, se ríen, se saludan sin recelo. Que el cubano es el mismo jodedor de siempre, jugando dominó en plena calle, con su trago de ron, aunque sea un cliché, pero el cliché nuestro.

Más de una vez me ha invadido la nostalgia, me pinchan los recuerdos, y entro en un ataque interno que me puede durar horas. Aparecen como heridas aquellos días donde todo era “normal”, demasiado distinto, demasiado agitado. Y éramos, sin saberlo, más felices. No sabíamos lo que vendría. Nadie se lo imaginó. Nos arrepentimos de no hacer las cosas. De no aprovechar el momento. De las citas que cancelamos, de los conciertos que rechazamos, de los karaokes que no cantamos en la madrugada con tu manada de amigos. Nos arrepentimos de lo que pudo ser. Decíamos que había tiempo, que luego, luego. Y nos equivocamos. Pero aprendimos, eso sí, aprendimos mucho.

Y extraño, extraño tanto que a veces mis ojos no lo disimulan. Lo hablo con mis amigos, igual de desesperados que yo, un poco me sostengo, me alientan a continuar esta nueva vida que nos ha impuesto el virus. Esta pandemia nos ha enseñado mucho, nos ha cambiado la forma y los esquemas, las ciudades, los lugares preferidos, la forma en que miramos a los otros, la manera que asumíamos nuestra rutina.

Extraño respirar, caminar y respirar sin la jodida mascarilla. Y si me lo preguntaran, después que acabe todo me iría a cada punta de Cuba, primero a Baracoa y luego a Viñales,  abrazado de esa pandilla que quieres siempre a tu lado. Me perdería una noche, me fugaría por algún lugar desconocido, haciéndome el turista. Me fuera de disco una madrugada, y bailaría tanto, que al otro día, me dolerían los pies. Extraño viajar, montarme en un avión, las fotos por Cuba. Extraño la risa de la gente en la calle, la simpatía clásica de los cubanos.

Dicen que la gente se ha vuelto más amargada, dicen que no nos tratamos con el mismo esmero,  mi más querido profesor duda si alguna vez podremos volver a la vida tal como la conocíamos, si alguna vez existió. Los viejos y los nuevos amigos, entonces, me invaden de mensajes por WhatsApp al preguntarles:

“Llevo más de un año sin ir a la playa. Extraño reunirme con los bailarines de Alma Mater y bailar toda la noche con ellos en cualquier bar, o en el Malecón, nos servía cualquier cosa. Pero hay cosas súper simples, como cargar a mi sobrino de tres meses, que no he podido hacer por miedo a llevar algo encima de la calle y pegárselo. Y así de forma muy quemadora, he pensado hacer un acto ritual y prenderle candela a todos los nasobucos que tenga en la casa”. Esta muchacha habanera, después de que acabe todo,  gritará Burundangaaaa, y quemará sus mascarillas, por todas las risas que no pudo sentir.  Pa allá, pa allá.

Muchos me dicen que quieren fiestas, sexo, y alcohol, ese perreo antes cotidiano ya extinguido. Desde Holguín, me cuenta Lilian: “Cuando termine la pandemia creo que me deberé unas cuantas fiestas con los amigos, pero sobre todo, un viaje a la casa de mis abuelos, a quienes no he podido ver ni cuidar durante todo este tiempo, porque viven en un municipio apartado de la capital provincial.  Creo que cuando pase todo me sentiré mucho más libre de llevar a cabo todos los proyectos que hoy estoy obligada a hacer desde casa”.

Arlene, es otra de las que llega a mi chat y escribe: “Cuando la pandemia pase ya nada será como lo conocemos. Así que he decidido no hacer planes, no pensar en lo que viene o en lo que haré porque esto demostró que todo se puede quedar en la nada,  en menos de nada. Si no hubiera sido por la COVID-19, ya habría salido de Latinoamérica, me hubiera casado, a lo mejor tendría el pelo de otro color, no sé… Por lo tanto cuando esto pase creo que estaré como recién llegada a un lugar nuevo, a la espera de la sorpresa”.

“Un día después de la pandemia, montaría a mis amigos en un camión y nos iríamos a acampar a alguna montaña donde se vea el mar. Tipo película. Así mismo. Al final la pandemia ha sido tan triste como estar solo en un cine viendo un filme dramático y hasta aburrido. Entonces hay que hacer lo contrario. Llenar el espacio con tu gente favorita y ver el fotograma que uno extraña tanto como ese de la montaña y el mar. Café, algún asado y mucha cerveza. Lo demás lo ponemos nosotros”, me invade el diálogo Andy, desde Matanzas.

Y termino con Orlando, que lo resume así: “Pensar que planear mucho para el futuro ya no es una opción”. Después, pensemos que habrá un después de todo, madrugaré en el malecón con un traguito de lo que sea, y mis amigos, cantarán todas las canciones que no nos sabemos, pero lo intentamos, la tarareamos, con guitarra o no, no importa. Yo solo quiero que pase, que ese día llegue. Y tú, ¿qué harás cuando todo esto sea cosa del pasado?

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