Texto: Raúl del Pino
Foto: Olympedia
Aunque las primeras seis décadas del siglo XX marcaron las huellas iniciales de Cuba en citas estivales, la verdadera potencia olímpica de la isla comenzó a fraguarse a partir de 1960 tras el triunfo de la revolución de Fidel Castro. Más que por sus méritos como deportistas, que los tenían, los elegidos para portar las banderas en los años siguiente se erigían como símbolos de un país que exhibía su deporte al mundo como una de sus principales fortalezas.
Tokio 1964: Ernesto Varona Morell (halterofilia)
El pesista de 90 kilogramos, que después ganaría una plata panamericana, pasó sin penas de glorias por los primeros Juegos organizados en la capital japonesa (finalizó lugar 15). Sin embargo, inscribió su nombre en la historia como el primer abanderado del movimiento deportivo cubano después de la fundación del INDER. En Tokio, la isla se presentó con 27 atletas, incluidas dos mujeres, y volvió al medallero olímpico 16 años después, gracias a la plata del gran Enrique Figuerola en el hectómetro.

México 1968: Héctor Juan Ramírez Guerra (gimnasia)
El flamante monarca panamericano de Winnipeg 1967 (ejercicios en el suelo) fue el designado para portar el pabellón nacional en sus segundos Juegos Olímpicos, a los cuales Cuba acudió por vez primera en su historia con más de un centenar de atletas (115) y conquistó cuatro platas. Pero ni en Tokio ni en México, Ramírez logró acercarse al podio en ninguna de las sietes pruebas individuales donde participó. En ambas ocasiones su actuación más destacada resultó el puesto 15 en el All-Around por equipos.

Múnich 1972, Montreal 1976 y Moscú 1980: Teófilo Stevenson Lawrence (boxeo)
De no existir la figura de Mijaín López, no cabría ni un ápice de duda que el púgil nacido en el central Delicias, al norte de Las Tunas, encabezaría el listado de deportistas cubanos más grandes de la historia. Aun así, sus proezas sobre el ring marcaron un antes y un después en el movimiento olímpico de la isla. Con solo 20 años recibió la responsabilidad de alzar la bandera en unos Juegos de Múnich donde Cuba estaba llamada a tocar la gloria con una expedición de 137 atletas. Y Stevenson no decepcionó brindando una disertación de poder absoluto en la categoría de los pesos pesados para colgarse uno de los tres legendarios oros del boxeo cubano en 1972.
Considerado ya el mejor boxeador amateur del mundo, asumió con creces su papel de atleta insignia del deporte antillano. Es por ello que en las dos citas estivales posteriores, en Montreal y en Moscú, se mantuvo al frente de la delegación caribeña en los desfiles inaugurales y volvió a refrendar sus coronas para erigirse el primer tricampeón olímpico cubano de la historia. Años después de su retiro, la muerte lo sorprendió el 11 de junio de 2012, a la edad de 60 años.
Barcelona 1992: Héctor Milián Pérez (lucha grecorromana)
Tras las ausencias en Los Ángeles 1984 y Seúl 1988 por posturas políticas, Cuba regresaba al concurso olímpico en la Ciudad Condal. Después de 32 años, otro gladiador, esta vez del estilo grecorromano, fue el elegido para liderar la comitiva de 176 deportistas que firmaría la actuación más trascendental de la isla bajo los cinco aros. El supercompleto Milián, el primer gigante pinareño que parió la lucha cubana, celebró uno de los 14 títulos que catapultaron al país hasta el puesto cinco del medallero. Después de Barcelona, su carrera no volvió a ser tan exitosa debido a las lesiones, pero aun así participó en las siguientes dos ediciones.
Atlanta: 1996: Rolando Samuel Tucker León (esgrima)
A día de hoy, alguien quizás pueda cuestionar la elección del monarca mundial de 1994 como abanderado para los Juegos de 1996, a partir de los otros tantos deportistas reconocidos que existían en Cuba en aquellos años, algunos incluso que ya venían de coronarse en Barcelona. Sin embargo, el espadachín habanero encabezó una generación que posicionó a la isla del caribe en el mapa de un deporte exclusivo para países desarrollados. Individualmente no ganó una medalla en Atlanta pero sí lo hizo por equipos con aquel histórico bronce en el florete que no llegó a disfrutar por las altas expectativas que la prensa de la época había generado, como él mismo confesara años después.
A la par de sus éxitos como atleta, que incluyeron un título mundial y dos colectivos, se graduó como ingeniero en Control Automático y más tarde se casó con una española. Retirado luego de Sídney con menos de 30 años, emigró al país ibérico y más tarde se estableció con su familia en Estados Unidos, donde se mantiene vinculado a la esgrima como entrenador y tiene en su hija a una de las promesas de ese deporte en España.
Sídney 2000: Félix Savón (boxeo)
Fiel heredero de Stevenson en la división de los pesos pesados, el púgil guantanamero aterrizó en la lejana ciudad australiana en busca de su tercer oro olímpico. Y lo consiguió, además, con la condición de abanderado, para imitar al ídolo de Puerto Padre, que lo hiciera tres veces, y a Milián en 1992. Poco después de Sídney, Savón puso punto final a su extraordinaria carrera internacional que incluyó también seis coronas mundiales y cuatro Copas del Mundo. Después de su retiro se mantuvo vinculado al boxeo como entrenador e incluso incursionó en la pintura, pero más recientemente su vida ha estado salpicada por la polémica debido a un caso de abuso de menores por el que fue condenado en 2018. En la actualidad, poco se conoce de su paradero o condición.
Extraño y curioso que ni Alberto Juantorena ni Javier Sotomayor hayan sido abanderados