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La memoria cerrada

Foto: Jorge Luis Borges Liranza

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Hoy es el Día Internacional de Los Museos. En muchas partes del mundo se mantienen abiertos pese a los estragos de la pandemia de coronavirus. En Nueva York, tras un periodo en que las muertes fueron el cuadro más acabado de la catástrofe, ya las personas han vuelto a mirar la historia en El MOMA o en  El Museo Metropolitano del Arte. En Madrid se puede observar el cielo del arte en el Museo del Prado o en el Sorolla, por solo citar dos encuentros frente a frente con la evolución artística de la humanidad.

En Cuba la situación es totalmente diferente. La pandemia está en su peor momento. Los contagios diarios en La Habana no bajan de 1000 y las muertes se mantienen en un pico desfavorable, nada comprable con la primera ola de la enfermad que apenas reportó bajas humanas.

La Habana, no obstante, sigue manteniendo sus museos a la espera de la apertura. Hablamos de pedazos de historia que les permiten a los cubanos regresar a su pasado dentro de esos centros patrimoniales, que si bien están ligados indisolublemente a la historia del país, sus virtudes no se conocen o promocionan lo suficiente.

El museo es un viaje en soledad. La visita a esos sitios, como saben algunos, es un placer muy personal e íntimo. Es como ser testigo de épocas y eventos inimaginables para la mente contemporánea.

El cubano está sumido generalmente en una cotidianidad asfixiante, en un obligado ejercicio de supervivencia que le roba el tiempo para ver más allá de esa cárcel,  en la que con frecuencia se convierte la rutina de una ciudad que también es un museo al aire libre,  por sus carros antiguos, por sus edificaciones, por su arquitectura y por  otros artefactos que conviven entre el transporte, entre la gente, y que muchos no imaginan cómo podrían marcar el ritmo de otra ciudad que no fuera La Habana.

Ahora los museos están cerrados. Nadie podrá Mirar la otra orilla, de Tomas Sánchez en Bellas Artes ni contemplar la majestuosa calidez de Todo lo que ud. necesita es amor, de  Flavio Garciandía. No podremos disfrutar tampoco de la colección de arte romano o de asiático en el edificio de  Arte Universal. Habrá que conformarse con el placer de volver a sentir las emociones encontradas que producen recorrer aquellas piezas cubanas y universales que dan fe no solo de la historia del arte, sino también del mundo.

No sabríamos decir a ciencia cierta cómo se manifiestan las relaciones  humanas con los museos en la actualidad, pero décadas atrás era habitual que muchos padres llevaran a sus hijos pequeños a estos centros para que desarrollaran su percepción ante el arte y elevaran su universo cultural.

Los tiempos no son los mismos y a veces da un poco de tristeza ver cómo la soledad invade los museos que, sin embargo, no dejan de tener las puertas abiertas a los visitantes. Es lamentable porque un país que  no conozca su cultura estaría obviando prácticamente las raíces de su identidad que le pertenece sobre todo al hombre común, más allá de los discursos oficiales o los resortes para acomodar el pasado a las necesidades políticas o sociales del presente.

Desde la colonia hasta la Cuba post 59. Todas esas imágenes, esos momentos e instantes que marcaron épocas están en los museos distribuidos a lo largo de toda la ciudad. Hay museos cuidados hasta el detalle, museos con mayor trasiego de personas y museos completamente olvidados en cualquier rincón de la ciudad o del país.

Los cubanos tienen la oportunidad de que las entradas a instalaciones  como Bellas Artes, no les provoquen un caos en el bolsillo. Aunque, para decirlo todo, no pueden ser muy caras porque el costo de la vida en la isla es bastante alto y los salarios, a pesar del llamado “ordenamiento”, no cubren todas las necesidades básicas. Y, aunque algunos no lo contemplen de esa manera, la cultura es también un elemento fundamental para la estabilidad del ser humano.

Y los museos, dentro de ese amplio diapasón,  también. Por eso este día, aunque esas instalaciones estén cubiertas por el silencio que corta y la memoria, cerrada, solo espere el momento de volver a encontrarse con sus hacedores, es una buena oportunidad para volver al pasado y visitar, aunque sea virtualmente nuestros orígenes, para tratar de responder algunas de esas grandes preguntas de la humanidad: “¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? y ¿Adónde vamos?”.

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