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Martí, el rayo que no cesa

Fotos: Jorge Javier Pérez

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

En el aniversario 169 de su natalicio, Martí es hoy una luz de esperanza que no renuncia a morir. Lo es especialmente en este momento de radical división entre los cubanos por ideologías, por formas de asumir los conceptos políticos o el porvenir del país. Pero entre tanta separación entre personas de la misma raíz, Martí es un factor de unión, una de las pocas posibilidades de comprensión y entendimiento que les quedan a los hijos de esta isla.

La obra y el legado de Martí se han usado a conveniencia durante décadas. Pero Martí también es símbolo tanto de la esperanza como de la inteligencia y de la utilidad de la virtud, entendida como puente hacia el diálogo y construcción de un país en el que nadie sea estigmatizado por su pensamiento o su credo ideológico. Con todos y para el bien de todos, dijo el Apóstol para dejar patentada esa deuda que cada vez más tenemos con su legado, con su pensamiento y con las lecciones políticas y humanas que nos dejó.

Martí es también el hombre que en la hora cero supo perdonar y luego convencer de su ideario hasta a los hombres que atentaron contra su vida. Sobre Martí se ha dicho mucho y todavía falta mucho por decir. Durante décadas en Cuba se han dibujado sus frases en paredes grises para celebrar algún acto político o simplemente para tratar de hacer construcciones sociales que se queden o no en meras consignas.

Incluso se le han achacado ideas al maestro que solo han sido invenciones de algún político local para cumplir con la propaganda o las actividades políticas de turno. Y eso es un mal que nos acompaña. No hay mayor daño a Martí que el sentimiento impostado o las celebraciones baldías de la política.

José Martí es ante todo un ejemplo de coherencia entre predica y acción. De compromiso con los hombres y con la conciencia crítica que debe prevalecer en cualquier sistema político. No hay obra suya que no se fundamente en el amor al prójimo y a un ideario de libertad con el que logró trasformar el pensamiento cubano y comprender de forma raigal las esencias de un país y una identidad que hoy todavía está llenos de deudas con su obra. Porque cada acción que no vaya simplemente a otorgarle a ese hombre común y corriente al que se entregó el Apóstol toda la libertad posible es una acción que atenta contra el significado que le otorgó el maestro al arte de la política.

Decimos esto y no podemos dejar de recordar la cantidad de actos, de consignas y de acciones que se han hecho para honrar al maestro y han terminado caricaturizando su legado porque han sido simples construcciones para cumplir con una fecha o cualquier celebración. Y Martí muchas veces ahí, como excusa. Como mismo ha sido la utilización de su nombre para ejecutar acciones desde otras posturas ideológicas que únicamente han servido de caldo de cultivo para el odio y el perjurio. Pero en medio de todo está su obra, su pensamiento, su ejecutoria, edificada en poco más de 40 años de tal forma que parece no tuvo tiempo ni para respirar.

Martí seguirá acompañándonos pese a la política que solo hace hablar en su nombre para poner bajo la alfombra los errores y las ganancias. Pero Martí estará ahí sobre todo para que cada uno  pueda interpretarlo y tomarlo como algún tipo de orgullo cimero en la cruenta carrera hacia el porvenir, porque ha quedado demostrado que hoy nuestro tiempo no está a la altura del tiempo del maestro, ese hombre que todavía viene del pasado para tratar de ilustrarnos el futuro.

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