Texto: Redacción Cuba Noticias 360
Foto: Heidy Sánchez | RRSS
Heidy Sánchez fue arrancada de su vida en Estados Unidos y devuelta a un país que ya no era tan suyo, con el corazón hecho pedazos. No fue por elección, ni por error. Fue por una política que se jacta de proteger fronteras mientras desgarra familias. El 24 de abril de 2025, esta madre cubana, esposa de un ciudadano estadounidense y madre de una niña de poco más de un año nacida en Florida, fue deportada sin que le permitieran siquiera llevarse a su hija en brazos.
Hoy, desde La Habana, Heidy canta a través de su teléfono, mientras puede conectarse, para calmar a una bebé que no entiende por qué su madre ya no está. Porque lo que ocurrió no fue solo una deportación: fue una separación violenta, imprevista y, sobre todo, evitable. El caso ha acaparado a la prensa internacional. Ha dado entrevistas a quién se lo ha pedido, no quiere callarse ante tal injusticia.
Heidy cruzó fronteras en 2019 con un único propósito: formar una familia. En Cuba, sus intentos de ser madre habían fracasado una y otra vez, incluso con tratamientos de fertilización. Pero en Estados Unidos, tras años de lucha médica, lo logró. “Esa niña es mi milagro”, contó a OnCuba, con voz quebrada. Su hija nació en 2023 fruto de una inseminación in vitro. Era, finalmente, la vida que soñó.
Aun así, nunca logró regularizar su estatus migratorio. Al entrar por la frontera sur, fue obligada a acogerse al programa Permanecer en México, una medida implementada por la Administración Trump que obligaba a los solicitantes de asilo a esperar su proceso del otro lado. Heidy no logró asistir a una de sus audiencias por razones personales graves. Eso bastó: una orden de deportación fue emitida sin que volviera a ver a un juez.
Pasó nueve meses en centros de detención. Luego, fue liberada bajo supervisión migratoria, con la categoría de I-220B. Trató de rehacer su vida. Se casó legalmente. Estudió. Trabajó cuidando a una persona mayor. Jamás fue arrestada ni multada. Apostó todo por una vida tranquila. Aun así, eso no bastó.
Pero el lunes 22 de abril recibió una llamada inesperada. ICE adelantaba su cita para el día siguiente. Sospechando algo irregular, su abogada le aconsejó presentarse acompañada. Lo hizo. Entró con su hija de brazos. Salió esposada. No le dieron opción de llevarse a su niña, ni la oportunidad de una audiencia. “Llama al padre para que venga a buscarla”, le dijeron. “Tú te quedas aquí”.
Lo siguiente fue una pesadilla logística: fue trasladada en buses y celdas desde Tampa hasta Miami, luego al BTC (Broward Transitional Center) y finalmente al aeropuerto. Viajó esposada de pies y manos junto a 81 cubanos más. Atrás dejaba a su hija, que aún lactaba, y a un esposo desesperado.
Dos días después, tocó tierra en La Habana. Con lo puesto. Sin saber cómo volvería a ver a su familia.
Hoy, Heidy se refugia en la casa de su padrastro. Sin privacidad ni certeza. El cheque que ICE le entregó como compensación por su dinero retenido no puede cobrarlo en Cuba. Cada llamada con su hija es un drama. “Me dice ‘mamá ven’. Me grita. No quiere comer. Tiene convulsiones”, explica entre lágrimas.
La niña está bajo seguimiento médico. Ya había tenido episodios antes, pero su estado ha empeorado. Su padre intenta tranquilizarla con grabaciones de la voz de Heidy cantándole. Unas veces funciona. Otras no.
Mientras tanto, la familia lanza una campaña de firmas para pedir una visa humanitaria. La congresista Kathy Castor ya ha denunciado el caso. La abogada de Heidy, Claudia Cañizares, lo califica como una deportación “turbia” y “cruel”. El Departamento de Seguridad Nacional se defiende: “Los padres tienen la opción de irse con sus hijos”, alegan. Pero Heidy asegura que esa opción jamás se le dio.
Heidy guarda fotos de una vida que parece lejana: una Navidad en Tampa, una visita a Sea World, su hija con un vestido de cumpleaños. “Tal vez no era el sueño americano, pero era mi sueño”, dice. Ahora vive en la isla que intentó dejar atrás, separada por una frontera de silencio, decisiones administrativas y la política migratoria más dura de los últimos tiempos.
No quiere venganza, ni discursos. “No queremos nada de política”, repite. Solo quiere volver con su hija.
no es facil dejar atrás su propia hija tan chiquita y porqué la deportaron si ya asia varios años q estaba en usa eso da sentimiento lo q le han echo ganarle un pedazo de su vida no tienen razón para ser lo q han echo Pero Dios es todo poderoso no tienen corazón ni piedad para ser lo q isieron separ la madre de su hija no tiene sentimientos de humanidad por favor le pido el q ISO eso q la dejen ir con su niña en el nombre del padre y de los espíritus santo conduelase de ese caso