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Caminar por la Calzada de Diez de Octubre, un juego de nostalgia

Foto: Roy Leyra

Texto: Karla Castillo

Si las arterias son las encargadas de llevar la sangre oxigenada al corazón, ¿qué lleva hoy la calzada Diez de Octubre, una de las principales arterias de la ciudad, al corazón de La Habana?

Suciedad, tristeza y nostalgia, es lo que circula de un extremo a otro, con el recuerdo de singulares edificaciones, algunas ya destruidas, otras luchando por mantenerse, víctimas todas del paso del tiempo, el abandono y el descuido.

Un habanero de principios del siglo XX, que conoció esta avenida en todo su esplendor, si caminara hoy en día por ella, no la reconocería. Los lugares emblemáticos han desaparecido y los que no, están en ruina o han cambiado su función.

Haciendo un recorrido hipotético desde Agua Dulce hasta La Palma encontramos el primer punto emblemático: el cine Florida, que como muchos de los cientos que existían por allá en los años 50, hoy cumple otra función, y lo de cine quedó en el recuerdo.

Caminando por aceras dañadas, bajo balcones en peligro de derrumbe, damos con la esquina de Toyo, marcada hoy, más que por su popular prestigio, por un portal apuntalado en precario equilibrio.

Allí, donde el hollín es rey, llegamos al cuchillo de Toyo, en la esquina de las calzadas de Diez de octubre y de Luyanó, reconocido por un edificio en el que dicen que vivió uno de los personajes más polémicos de la historia de Cuba. Este lugar es un ruinoso recuerdo de lo que un día fue la casa de Fulgencio Batista.

Llevaría miles de páginas seguir por esta ruta y describir todo lo bello y funcional que en su momento fueron lugares que han desaparecido o han sido transformados, como el cine Apolo, la tapicería Capri, bazares, tiendas, el cine Tosca, el Gran Cinema, el copelita de la Víbora, el cine La Palma y el Moderno, sastrerías, zapaterías y otras series de talleres familiares.

Foto: Manuel Larrañaga

La Calzada de Diez de Octubre perdió su esplendor hace mucho tiempo, y rememorar lo que fue, incluso para aquellos que no la disfrutamos así, es como un ejercicio a la memoria, haciéndole juego a la nostalgia, que más allá de sufrir el abandono de una avenida, padece el de toda una ciudad, y un país.

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