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¿Qué buscan los cubanos en los sitios de citas?

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

No hay datos fehacientes sobre el uso de los cubanos en los sitios de cita online que, dicho sea de paso, han tenido un importante despunte durante la pandemia debido a la soledad del confinamiento, a la lejanía de las parejas o al redescubrimiento de nuestra propia sexualidad.

Tinder, Match, Badoo, son algunos de esos sitios que ya vienen jugando un visible rol en las relaciones humanas en esta era digital y son visitados diariamente por millones de personas alrededor del mundo. Como casi todo, la afluencia de los cubanos a este tipo de portales llegó un poco tarde, cuando ya nombres como Tinder eran habituales en las prácticas digitales y sus portales adyacentes causaban furor en el mundo.

Tal vez por desconocimiento o falta de un análisis a fondo, se adscribe la incursión en estos sitios solamente a los jóvenes, pero nada más lejos de la verdad, porque tienen entre sus usuarios personas que distan de esas primeras edades y que posiblemente busquen algo diferente a la voracidad sexual de los adolescentes o adultos jóvenes.

Hace pocos meses, gracias a una amiga asidua a Tinder, aunque ella no lo reconoce públicamente, entré a ese portal animado solo por la curiosidad. El primer revés para lograr una cita o alguna conversación subida de tono fue inmediato. No podía instalar la aplicación en el móvil ni bajarla. No supe si estaba bloqueada en Cuba o si era mi celular el que anunciaba un problema. Tampoco tenía muy claras las dinámicas del sitio ni si podía encontrar coterráneos afines, que era, básicamente, mi interés. 

La primera incursión resultó finalmente un fracaso. No sabía cómo navegar y por lo tanto deseché la posibilidad de buscar futuros “ligues”. Después conversando con amigos y con la muchacha que me asegura con un ahínco sospechoso que no tiene Tinder, pasé unas breves lecciones, por si volvía a incursionar en esos parajes digitales. Pero mi relación con el sitio de citas duró hasta ahí. Sin embargo, a cada rato me llegan relatos, historias relacionadas con lo que hizo en Tinder la muchacha de los bajos o el vecino que estudia deportes en el Fajardo y conoció a una rumana y se fue a vivir al frío sin demasiada contemplación.

¿Pero qué hacen los cubanos realmente en estos sitios de citas? La respuesta es muy abarcadora y responde a las diversidades de intereses de los usuarios de la isla. Conversando con decenas de personas durante estos meses de pandemia confirmé que el uso de Tinder en la isla es muy variable. Lo que predomina es la necesidad de conocer personas y ver lo que “salga”, como me dijo una estudiante de economía; así como encontrar alguna pareja formal o irse del país, una última variable que ha marcado (y no poco) los vínculos que establecen muchos cubanos con estos sitios y con apps de mensajería en general.

Las historias sobran. Casi todos conocemos a alguien que se fue de Cuba gracias a que conoció a otra persona en alguna red de citas u otro de los espacios digitales en los que interactuamos con asiduidad. Algunos solo habían entrado casualmente, para conocer a alguien sin más motivo aparente que el del simple descubrimiento o con la razón expresa de buscar la persona que lo saque del país. No es un asunto menor este último. Responde lamentablemente a la precariedad económica, las necesidades no cubiertas o la asfixia que por varias razones ha dejado a muchos en la isla sin poder respirar.

Los motivos, ya vimos, son un calidoscopio, tan diversos como las personas que prueban suerte en este tipo de sitios. En varias ocasiones he leído sobre el uso en Cuba de Internet o de algún que otro portal especifico, sin encontrar estudios sólidos sobre la utilización de estas plataformas para la búsqueda de parejas por los cubanos.

El uso de este tipo de sitios también está marcado por los altos precios de Internet en la isla y tiene puntos concomitantes con otras prácticas en plataformas como Telegram o WhatsApp donde personas de diferente sexo han cotizado sus fotos o servicios eróticos en CUP o MLC (monedas circulantes actualmente en la isla) o simplemente a cambio de recargas telefónicas, hechos que, sin lugar a dudas, inciden en la manera en que muchos ven a los cubanos y también de la forma en que nos vemos a nosotros mismos como parte de la identidad de la nación. Por ahí pasan un conjunto de factores que se deben tener en cuenta a la hora de una disección del tema; pero es un asunto que no se habla apenas y mucho menos en escenarios oficiales de debate, como tantos otros temas que se esconden debajo de la alfombra.

Volviendo al inicio: Tinder y otros de estos espacios ya mencionados, han entrado poco a poco a la vida de los cubanos y su uso en la isla también se extiende como tantas otras bondades de Internet. Esto ha dado al traste incluso con la producción de nuevas apps de factura nacional, tal es el caso de Cubacitas con más de un año de creación y que funciona de manera similar a Tinder. La creación de un perfil vendría siendo el paso inicial y el objetivo primario: conseguir un “perfect match”. Son nuevas formas de interacción que, dicho sea de paso, también son manejadas en mayor medida por jóvenes con mayores recursos o accesos más sostenidos a la red debido a su posición económica o la ayuda facilitada por familiares en el exterior del país.

Lo que sí es una verdad como un templo: ahí, en medio de estos códigos virtuales que algunos ya descifran como si se tomaran un vaso de agua, hay lugar para cualquier tipo de relaciones humanas, desde la comunicación más ingenua, sin otro interés que el de una buena charla, o aquella que le da vida a las palabras para que desarrollen su máxima expresión sexual durante la interacción con el otro. Todo depende de lo que queramos y lo que estamos dispuestos a poner en juego. Una recomendación: no se guíen por mi primera (nefasta) experiencia y atrévanse a abrirse un perfil en algunas de estas aplicaciones a ver qué pasa.  Digo, si aún no lo han hecho.

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