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“Shiralad”: un patrimonio televisivo digno de rescatar

Foto: RRSS

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

El desaparecido espacio de aventuras en la televisión cubana cuenta con varias producciones que forman parte de la historia audiovisual de la pequeña pantalla en la isla. Uno de ellos es, sin dudas, “Shiralad: el regreso de los dioses”, una propuesta que rompió (para sorpresa y agrado de muchos) con todo lo que hasta su estreno se había colado en los hogares del país.

Una experiencia televisiva sin igual que los más «entraditos en años» recordarán y que debe pasar a formar parte del patrimonio televisivo de un país en el que cada vez más desaparecen las buenas propuestas audiovisuales.

A Shiralad hay que revisitarlo, ya lo decía Héctor Noas, uno de los actores que tuvo el privilegio de integrar su elenco, “porque a 30 años de su estreno y cuando la tecnología nos lo ha puesto todo tan fácil, sigue sorprendiendo su altísimo nivel en cada categoría”.

Sus armas fueron, recuerda Noa, “el talento y el amor de cada uno de los que estuvimos ahí, dándolo todo sin pedir nada a cambio”, en pleno Período Especial y con las (incluso en ese entonces) atrasadas tecnologías que disponía la televisión cubana.

Los orígenes de esta obra de ciencia ficción “made in Cuba” datan de la primera mitad de los 80’, gracias a una idea original de Chely Lima. Él quería un personaje que viajara a otro planeta y se encontrara con las huellas tecnológicas de viajeros de su futuro, que al mismo tiempo formaban parte del pasado remoto de aquel lugar.

Así surgió esta “descabellada” hipótesis que trastocó desde las pantallas cualquier relación posible entre tiempo y espacio. Después aparecieron otros personajes: la princesa rebelde que debe convertirse en varón a los ojos de su pueblo para poder heredar el trono; el viejo guerrero que la entrena; una astronauta terrícola que acaba siendo su consejera; un cronista que recoge la historia real; un cíber que se sacrifica por el ser humano al que protege…

Lima contó que hablaba con todos sus personajes cuando estaba solo, los soñaba y los detallaba de pies a cabeza. Ese fue también su éxito: una estela de creaciones excelentemente logradas para contar una historia poco usual para los televidentes de la isla.

A ellos se unieron aquellas ciudades de un planeta muy parecido a la Tierra: la Ciudad Roja de Arehé, la Ciudad Blanca sacerdotal, la Ciudad Verde de los Flautistas Comedores de Cañalápizu, entre otras. Toda una creación que nació también gracias al estudio de su creador de civilizaciones desaparecidas, ovnis, paradojas espacio-temporales y grandes escritores del género como Ursula K. Le Guin o J.R.R. Tolkien.

Primeramente, la idea fue hacer una novela, pero a finales de los 80’, Alberto Serret (otro de sus guionistas) convenció a Lima de adaptarlo a la televisión. José Luis Jiménez e Iliana Prieto se unieron a la dupla inicial para modificar y enriquecer a ojos del espectador una trama que desde sus inicios estaba destinada a triunfar.

Con 60 episodios de 30 minutos de duración, “Shiralad” se ambientó en un planeta ficticio donde existían luchas por el poder en la ciudad-estado de Istajar. Allí el rey Dom, que no tenía descendencia masculina, invistió a su hija Arejé como su nueva regente, disfrazándola de hombre.

A su vez, está la llegada de Nefertiti y Mercurio, dos astronautas terrícolas que fueron vistos por los habitantes de Istajar como nuevas encarnaciones de los ‘Dioses Mansos’. Mientras, la princesa, renombrada como Arak, se vio obligada a pasar por diferentes pruebas para recuperar el trono que le había sido arrebatado por los opositores. Los “extranjeros”, por su parte, buscaban la forma de regresar a casa, mientras intentaban salvar al planeta de la inminente destrucción que se avizoraba.

Fue quizás esa “rara” y peculiar historia la que hizo que los cubanos se engancharan al relato. Fue, a lo mejor, la complejidad de su producción en momentos en los que la isla atravesaba uno de las peores crisis de su historia reciente. O fue, tal vez, esa mezcla de vanguardismo (¿tardío?) que sorprendió a una televisión viciada de algunos materiales simplones y poco atractivos para un público que siempre ha querido más y mejor.

Punto extra, y para nada desechable, su música. Pocas obras en la televisión cubana han corrido con la suerte de tener una entrada musical inolvidable como “Shiralad”. Juan Antonio Leyva y Magda Rosa Galbán crearon el sonido que fue interpretado por el vocalista Manuel Camejo y la banda Arte Vivo. Sonaban los primeros acordes y toda Cuba sabía que algo mágico iba a pasar en la pantalla.

Han pasado más de 30 años desde su estreno y, más que recuperar una pieza de los archivos, se debería hacer un llamado al bueno hacer, a la creación de calidad, inteligente y profunda. “Shiralad” lo logró, en tiempos donde casi nada había y donde, como hoy, las prioridades eran otras. No todo está perdido.

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