abril 16, 2024
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Si la cuenta no da… ¿para qué sacar cuentas?

Foto: Roy Leyra / CN360

Texto: Héctor López

Quizás ya mi memoria no es la que era, el tiempo y sus giros imprevistos hacen que los recuerdos se tornen engañosos pero la Cuba en la que crecí no parece asomarse ya en las calles habaneras que recorro a diario. Ni el barrio ya es el barrio, los vecinos se han ido del país por las más diversas vías y los pocos que quedan solo los veo en alguna que otra cola donde parecen desconocerme y no creo que sea personal, en esos entornos de supervivencia cada quien se siente como DiCaprio frente al último bote salvavidas del Titanic y el miedo de no caber, en este caso de no alcanzar pollo u otro producto básico de los que aún se ofertan en los cada vez más escasos puntos de venta en CUP, nublan la vista a más de uno -a demasiados pienso yo- y convierten a ese DiCaprio con aires románticos en un auténtico Leónidas durante la batalla de las Termópilas.

A esos mismos vecinos solía «molestar» para pedirles un poco de azúcar o de aceite cuando se me acababa la grasita para cocinar. Dios me libre ahora de tocarles la puerta para pedirles algunos de esos productos en peligro de extinción y a precios exorbitantes en el mercado negro.

Cada diciembre los pocos que quedamos en la cuadra acostumbrábamos a ir a casa del viejo Cuco que amablemente nos donaba un par de naranjas agrias para adobar la carnita del 31, “que no les falte adobo”, decía. ¡Este fin de año ni carnita ni naranja! La nieta de Cuco vendía las naranjas y el pepino de zumo en CUP pero tomando en cuenta además, la tasa de cambio no oficial del euro. Y el puerco ni hablar, ya eso eran palabras mayores para bolsillos mayores que los míos también.

Ya no se siente el pregón de por las tardes, y eso de «caminar las tiendas» no resulta una opción tan viable de salida teniendo en cuenta que todas están vacías o con agua como casi única oferta. Los bares tampoco, al menos no para mí, veo en las stories de Instagram a muchos jóvenes quejándose por los precios elevados y mostrando tickets de consumo que superan los 3 mil CUP «por lo bajito». Yo ya con comprarme mi cervecita tengo, claro que tengo que dosificarlas porque a 200 CUP no puedo permitirme más de 4 al mes.

A lo mejor es que ya no pertenezco a estos tiempos, pero extraño más la alegría cotidiana, esa que no sé si nos quitó el covid, el reordenamiento económico o ambos. Esa que se formaba en un P (ómnibus), en una esquina y hasta en una cola… Al menos yo recuerdo los ánimos distintos, la gente ayudándose, riendo de todo y para que todo “se diera”.

Las redes resultan un reflejo también de lo que pasa en las calles. Cuando me pongo mis paqueticos de datos y engancho la 4g trato de evitar el Facebook y el Twitter, me voy pa´ Instagram a ver foticos porque las ciberclarias no me van estresar. Aunque confieso que de vez en cuando caigo en ese deporte peligroso de responderles y decirles «oye tú, da la cara» porque ni foto de perfil ponen y es todo ofensas lo que comentan, imagino que solo se sienten valientes detrás de una pantalla; pero na, luego me río y se me pasa. A veces me pregunto, ¿quiénes serán, serán los mismos de las colas? ¿Mis vecinos? ¿Los pocos colegas de estudio que me quedan en el país?

¿Cuántas personas están en la Cuba de hoy experimentando tanto odio? Tantas estadísticas que dan en el noticiero, la ONEI siempre con tantos datos, algunos increíbles como los recientes de precios al consumidor; pero nadie se encarga de contabilizar el odio, al menos de intentarlo, ¿cómo vas a frenar algo si no sabes a lo que te enfrentas? Dicen que los viejos se vuelven niños, yo todavía no llego a calificar como un viejo, al menos por la ONEI y el CESJ jjj pero con pensamientos como estos a veces me siento uno y me enorgullece preservar algo de ingenuidad ante los ritmos de vida que corren.

Cae la tarde y con mi cervecita en mano contemplo, desde el balcón, la cola del detergente. No me decido a pedir el último no porque no necesite, yo creo que a estas alturas necesitados ya estamos todos y de todo, pero esta tarde es para mí y para desintoxicarme un rato de los problemas, porque a fin de cuentas si la cuenta no da, ¿para qué sacar cuentas?

2 COMENTARIOS

  1. Una isla sumida en la desesperanza. Cuantas vidas troncadas. Cuantos suenos que se llevaron los vientos. Cuanta gente que hoy no son mas que fantasmas. Por las calles de La Habana se oye el cuento chino «Cuan agradecidos estamos de la Revolucion que con respeto nos trata.» Pero esas son vacias palabras. No miente la cola. Ni miente el grito. No miente la madre que grita: «Mi hijo preso esta por gritar que quiere PATRIA Y VIDA!» No miente un negro sucio que de buzo ocupa su dia. No miente una rubia que huele a axilas ni la mulata que va disimuladamente porque lleva ca***o el cu*o. No miente el nino que a la escuela va sin tomar su desayuno. No mienten los miles que para Nicaragua se van – no a admirar volcanes como dice el noticiero pero para emprender un peligroso viaje hacia la frontera de los EE.UU. Cuba… cual es tu pecado? Por que es tan pesada tu cruz?

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