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Slugger capitalino hace temblar poderío de Alfredo Despaigne en el Cuba

Foto: Jorge Luis Borges

Texto: Raúl del Pino

La década recién concluida en 2020 fue testigo de cómo el nombre de Alfredo Despaigne dominó a sus anchas la toletería de largo alcance tanto en la Serie Nacional cubana como en el equipo de las cuatro letras.

El fornido bateador ocupó el centro de las alineaciones de cuanta novena integrara, ya fuera la de su provincia Granma o como refuerzo de otras tantas, lo mismo en el pasatiempo dómestico que en eventos internacionales. Incluso, en la ranqueada Liga Japonesa también se ha consolidado como cuarto madero, primero del Chiba Lotte Mariners y más recientemente del bicampeón Softbank Hawks.

Nadie se atreve a poner en tela de juicio que el natural de Santiago de Cuba resulta uno de los más grandes bateadores de poder que han pasado por el béisbol antillano. Pero a sus 34 años y en plena madurez deportiva, AD54 ha visto desde el lejano Japón como otro hombre amenaza su poderío bajo la sombrilla de la Federación Cubana de Béisbol, infranqueable por lo menos desde que José Pito Abreu puso rumbo a las Grandes Ligas en 2014.

Dueño del récord absoluto de batazos de vuelta completa en Series Nacionales con 36 desde la campaña XLI -de 90 juegos-, Despaigne ahora mismo agradece que la nueva y recortada estructura –debido a la pandemia de la Covid-19- contemple solo 75 desafíos en el calendario regular.

¿La razón? Sencilla. El capitalino Lisbán Correa ya destrozó –primero- la cota vigente para campañas con esta cantidad de juegos y poco después igualó la máxima cifra de vuelacercas para un industrialista, en poder de su ahora entrenador Alexander Malleta desde hace 10 años.

Un total de 27 cañozaños a las gradas es la actual cantidad que exhibe el espigado inicialista habanero, quien, pese a su fuerza desmesurada, es la primera vez que copa titulares positivos con su actuación.  

Sancionado por segunda vez en su carrera tras un altercado violento a mitad de la pasada serie, Correa volvió por sus fueros este año con la encomienda de liderar la diezmada ofensiva de Industriales, compuesta en gran parte por jugadores veteranos que ya han visto sus mejores años pasar o jóvenes prospectos aún sin cuajar.

La marca de marras llegó en el segundo encuentro de una doble cartelera frente al sotanero Artemisa este domingo, cuando su selección necesitaba más que nunca sumar victorias que la mantuvieran con vida en busca de un boleto a la postemporada. El 58 de la tanda azul cazó una recta a la altura de las letras y la mandó en centesímas de segundos al graderío vacío del sector izquierdo del desolado estadio Latinoamericano.

“Yo casi siempre voy a pegarle a la bola y que el jonrón salga solo. Me sentí muy emocionado cuando pisé el home y al primero que vi fue al profesor Malleta esperándome, esos son momentos involvidables” -relató el otrora receptor al término del partido.

“Recuerdo que cuando era muchacho lo admiraba mucho y nunca he escondido que siempre quería ser como él. Ojalá pueda seguir ayudando a los Industriales como lo hizo él”, confesó el nuevo máximo jonronero para una temporada del llamado equipo insignia del béisbol cubano.

A su lado, el histórico 55 -quien colgó los spikes hace par de campañas-, no oculta su sonrisa de orgullo y satisfacción al oír las palabras de su discípulo. “Contento de haber aportado mi granito de arena en este trabajo que está haciendo Correa, para el que se ha preparado muy bien. Creo que este resultado lo tiene muy bien merecido”, expresó.

Malleta asumió en la Serie 60 la función de entrenador de bateo de Industriales y para los pocos privelegiados que han podido asistir a los juegos este año ha quedado en evidencia la fraternal relación que tienen alumno y maestro.

“En el momento que todo el mundo estuvo parado él estuvo trabajando. Su ofensiva ha sido bien clave para nuestro equipo y gran parte de que estamos peleando todavía se debe a él. Me siento orgulloso y feliz por sus logros y me hubiese gustado que hubiera jugado 90 partidos a ver a cuantos podía llegar, creo que estuviera muy cerca del récord de Despaigne según el ritmo que lleva hasta ahora”, advirtió la siempre sonriente ex primera base.

Más allá de las marcas, la concentración de Lisbán Correa ahora mismo apunta al puñado juegos de vida o muerte que le restan a su conjunto antes de los playoffs. Un verdadero calvario pasó la nave capitalina luego de 15 casos de Covid-19 a finales de diciembre, y otro más vivirá cuando deba hacerle frente a Villa Clara, Pinar del Río y Matanzas, todos por partida doble, esta semana.

Una vez terminada la serie y el compromiso con su provincia, las metas de Correa volarán por los cielos y el sueño de vestirse de Cuba podrá hacerse finalmente realidad. Porque a ninguno de los probables directores para guiar a la selección nacional hasta los Juegos Olímpicos de Tokio debe quedarle dudas de que Lisbán devendrá pieza fundamental para las esperanzas de 11 millones de cubanos -y otros tantos más allende fronteras- que anhelan vivir el regreso de la Isla a la cita bajo los cinco aros.

Ya sea de cuarto madero, o quinto cubriendo al gran Despaigne, Correa se ha ganado a golpes de batazos su presencia en el equipo grande.

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