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Talibanes 2.0 para complacer a Occidente

Foto: La Razón

Texto: Mónica Fernández

Tras veinte años de guerra y ocupación, en tan solo diez días los talibanes (cual siniestro fénix) retomaron Afganistán. Y el mundo occidental se encuentra horrorizado de lo que le depara el futuro al país –sobre todo a mujeres, niñas y homosexuales– bajo la ley Sharia.

Reconozcámoslo: ha sido surreal. Un día leemos acerca de una ofensiva de los talibanes, y al siguiente ya están en las afueras de Kabul. El presidente electo huye, los diplomáticos son evacuados y miles de personas se amontonan en el aeropuerto intentando huir, algunos cayendo de aviones tras intentos desesperados de abordar. Y en medio de esta situación caótica nos encontramos imágenes como esta, donde los insurgentes disfrutan cual niños del ocio en una ciudad aterrorizada.

Pero esas fotos y videos de talibanes tomando helados, montando aparatos en parques de atracciones o usando equipamiento de gimnasio, no son casuales. Son parte de lo que se ha denominado la era de los Talibanes 2.0: un lavado de imagen usando las redes sociales, mostrando un lado amable de este grupo. Un detalle importante: días después, los propios talibanes quemaron el parque de diversiones.

Durante una conferencia de prensa en Kabul el 17 de agosto de 2021 – la primera de su tipo – el portavoz talibán, Zabihullah Mujahid, trató de tranquilizar a los civiles afganos y a la comunidad internacional sobre el apoyo del nuevo gobierno a los derechos humanos:

“Hemos perdonado a todos, a todos los que habían luchado contra nosotros (…) seremos testigos de la formación de un gobierno islámico fuerte e inclusivo (…) Me gustaría asegurar a nuestros vecinos, a los países de la región, que no vamos a permitir que se utilice nuestro territorio contra nadie, contra ningún país del mundo (…) Vamos a permitir que las mujeres trabajen y estudien dentro de ciertos marcos. Las mujeres van a ser muy activas en la sociedad, pero dentro del marco del Islam (…) Nuestra nación es una nación musulmana, tanto si lo era hace 20 años como si lo es ahora. Pero cuando se trata de experiencia y madurez y visión, por supuesto, hay una gran diferencia entre nosotros, en comparación con hace 20 años”.

Esta es la imagen que intenta proyectar el naciente gobierno talibán. Que por una parte trata de desligarse de asociaciones con el Estado Islámico y Al Qaeda, a la vez que arrastra con un legado de promesas similares ofrecidas cuando tomaron el poder en 1996, que terminaron en violentos baños de sangre y severas limitaciones a los derechos humanos.

Y es que los talibanes (al menos su liderazgo con mayor conocimiento de cómo funciona la política) entienden dos verdades fundamentales. Primero, que para mantenerse en el poder y acceder a financiaciones, necesitan del reconocimiento de la comunidad internacional. Y segundo, que esa misma comunidad en realidad está muy interesada en reconocerlos, pero necesita cumplir con determinados protocolos.

El presidente estadounidense Joe Biden lo dejó claro en su discurso del pasado 16 de agosto: “Se supone que nuestra misión en Afganistán nunca fue la construcción de una nación.  Nunca debió ser la creación de una democracia unificada y centralizada. Nuestro único interés nacional vital en Afganistán sigue siendo hoy lo que siempre ha sido: evitar un ataque terrorista contra la patria estadounidense”. Más claro, ni el agua.

Durante las próximas semanas, veremos las redes sociales inundadas de historias con finales felices, como la de las niñas afganas del equipo de robótica que fueron evacuadas a Qatar. Y otras trágicas, como el joven jugador de fútbol que murió al intentar huir como polizón en un avión. Varios países están organizando vuelos de evacuación para sacar a todos los afganos que puedan. Pero la realidad es innegable: con casi 40 millones de habitantes, es imposible evacuar a todo Afganistán. Y si, como parece, los talibanes arman un gobierno, los afganos tendrán que vivir bajo su dominio.

Un gobierno talibán moderado (o al menos moderado según los estándares occidentales) es a lo que la comunidad internacional aspira en estos momentos. Y sí, los derechos de las mujeres, ya de por sí escasos, lo serán aún más. Pero no olvidemos que en similares condiciones están las de Arabia Saudita y casi nadie habla de eso. No olvidemos que la misma comunidad internacional que clama hoy por el regreso de las tropas estadounidenses a Afganistán parece haber olvidado en qué condiciones está Siria.

El mundo está j…, esa es la realidad. Y las noticias sobre Afganistán continuarán por un par de semanas, hasta que el siguiente breaking news suceda. Como siempre, la sociedad civil y las ONGs continuarán una labor estable intentando ayudar lo más que puedan, alejados del foco mediático. Y los gobiernos seguirán negociando. Los talibanes saben que, si juegan bien sus cartas y se comportan “civilizadamente” por un tiempo, tendrán la legitimización que tanto necesitan. Ese es el trato.

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