⁠Ni experimentos ni estrategias logran reanimar la producción de huevos en Cuba

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Foto: Cuba Noticias 360

El precio del cartón de huevos vuelve a subir. En el caso de Sancti Spíritus, el alivio que se sintió en marzo y abril fue breve. Hoy, en puntos de venta informales, el cartón ya ronda los 3.000 pesos. A veces más. 

Hace un tiempo las cooperativas lograron estabilizar la producción. Pero ese modelo también se desmoronó. Se retiraron porque no les daba. El pienso importado se volvió impagable, y el nacional, inútil. El Estado intentó compensar con más huevos a cambio de asumir la crianza de las aves. 

Hoy, el cartón más barato se encuentra en las Ferias agropecuarias, a 1 800 pesos, con límite de dos por persona. Medida paliativa que no alcanza ni para cubrir la comida de una semana. El huevo, convertido en lujo. Otra paradoja cubana.

El Estado, desbordado, recurre otra vez al “experimento”. Le puso nombre: “huevos cooperados”. Suena técnico, pero es simple: el privado pone el pienso, el Estado se queda con el control, y los huevos se reparten —cuando hay— entre los programas sociales.

Las cifras no engañan. En enero se produjeron apenas 180 000 huevos en Sancti Spíritus. En febrero, 218 000. Solo para embarazadas y niños enfermos. Para el resto: mercado informal, especulación y cartones que llegan a los 4 000 pesos.

La Empresa Avícola dice tener nuevos “encadenamientos productivos”. El más notable, un proyecto en Remedios. También venden en MLC, para comprar pienso importado. Pero el regreso del huevo a la libreta de abastecimiento es un sueño sin fecha. Harían falta, al menos, 1 millón 700 mil de unidades. 

Cuba importa huevos desde República Dominicana: más de 16 millones al mes. Un parche sobre una herida abierta. El país que antes producía para abastecerse, hoy depende del mercado externo hasta para poner un huevo en la mesa.

Detrás del precio hay un sistema roto. La producción nacional colapsa por falta de insumos, planificación realista y autonomía productiva. Mientras tanto, el huevo, símbolo simple de nutrición básica, se vuelve un termómetro más de una crisis que no cede.