Texto: Hugo León
Foto: X – Miguel Díaz-Canel
A los 94 años de edad ha muerto en Cuba Osmany Cienfuegos Gorriarán, un hombre cuyo apellido evoca inevitablemente a su hermano menor, Camilo, ícono de la Revolución cubana.
A diferencia del comandante que desapareció en el mar y quedó eternizado en murales, canciones y plazas, Osmany fue una figura de perfil bajo, operando desde los pasillos del poder sin protagonismo público, pero con una influencia persistente en el gobierno cubano.
Su muerte, anunciada con honores oficiales, fue lamentada por altos funcionarios del gobierno cubano, incluido el presidente Miguel Díaz-Canel. Sin embargo, su legado va más allá de los comunicados de condolencias: fue una pieza clave en la construcción y transformación de las estructuras que hoy conocemos en la isla especialmente en las primeras décadas tras el triunfo revolucionario y luego durante el período especial.
Osmany Cienfuegos, el arquitecto cercano a Fidel
Nacido en La Habana en 1931, se graduó como arquitecto en la Universidad de La Habana. No estaba en primera fila durante la guerra de guerrillas, pero tras el triunfo de 1959, y especialmente después de la trágica desaparición de Camilo, su ascenso se hizo evidente.
No fue la memoria de su hermano lo que lo mantuvo en cargos relevantes durante décadas, sino su cercanía directa al círculo íntimo de Fidel Castro. Participó desde el principio en la estructuración del sistema político posrevolucionario, ocupando cargos como ministro, embajador y miembro del Comité Central del Partido Comunista.
Su firma no necesitaba aparecer en los partes oficiales, pero su presencia era constante en el aparato de control burocrático que fue consolidando el modelo de gobierno cubano. De hecho, los historiadores coinciden en que al triunfo de la revolución, Osmany estuvo en el equipo de la “mano dura” contra los ex militares batistianos y otros “indeseables” que fueron reprimidos.
Su vida pública fue la de un ejecutor disciplinado, constructor de estructuras, y a la vez, uno de los nombres que nunca figuraron en la mitología revolucionaria a pesar de estar tan cerca del núcleo del poder.
Ministro de Turismo, salvador del gobierno
En los años 90, en medio del colapso económico cubano como consecuencia de la caída del bloque socialista, Osmany Cienfuegos asumió el liderazgo del Ministerio de Turismo, un sector que se convirtió en el salvavidas financiero de la isla. Tal era la confianza que le tenía Fidel Castro.
Bajo su mando, se multiplicaron los polos turísticos y se firmaron alianzas con cadenas hoteleras extranjeras. Fue una etapa de aperturas selectivas: el dólar entró por la puerta principal, pero los cubanos seguían mirando desde afuera. Eso sí, la revolución estaba salvada.
Su gestión fue aplaudida por algunos por atraer divisas, pero también criticada por ampliar la brecha social, al crear una economía dual donde el acceso a ciertos bienes y servicios dependía del poder adquisitivo en divisa. La transparencia administrativa fue cuestionada, y las denuncias por privilegios e irregularidades circularon con insistencia, aunque nunca se hicieron públicas de manera oficial.
En 1999, fue apartado de su cargo sin explicaciones claras. Aunque se especuló sobre posibles casos de corrupción, el silencio del gobierno impidió confirmar cualquier versión.
Diez años después, en 2009, fue nuevamente desplazado como parte de una reestructuración del gabinete impulsada por Raúl Castro. Desde entonces, su figura fue relegada al olvido institucional.