Texto: Redacción Cuba Noticias 360
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No es la primera vez que el presidente cubano Miguel Díaz-Canel responsabiliza a las familias y a la comunidad por el aumento del consumo y circulación de drogas en el país. Así lo dejó claro durante un recorrido por el municipio de Guanabacoa, en La Habana, sin establecer un plan de enfrentamiento ni mucho menos acciones claras.
«Hay que combatir fuerte la droga», ha sido el discurso de la prensa estatal, señalando a los desvinculados del estudio y el trabajo como parte del foco.
Pero La Habana no es el único territorio donde incide este fenómeno. Las denuncias por redes sociales, testimonios de vecinos y reportes de medios independientes han venido documentando una expansión acelerada del consumo de drogas en todo el país.
Una de las sustancias que más alarma ha generado es la variante sintética conocida popularmente como “químico”, que circula en papeles impregnados con mezclas de alto riesgo. De hecho, peritos del Ministerio del Interior han admitido que esta droga contiene desde fentanilo hasta anestésicos para animales, benzodiacepinas, fenobarbital y formol.
En este sentido, Cubadebate publicó recientemente que el 90 % de quienes prueban esta droga por primera vez quedan enganchados. La admisión, de cierta manera, marca un giro en el discurso que, durante años, minimizó el impacto del fenómeno o lo trató como marginal. Hoy, las autoridades reconocen hospitalizaciones por sobredosis y un aumento en los procesos penales relacionados con narcóticos.
Díaz-Canel repitió una fórmula que ha usado ante otros problemas sociales: instar a la unidad, apelar al rol de la comunidad y destacar el trabajo “integrado” de las instituciones. Pero, como en ocasiones anteriores, no hay una solución concreta.
El impacto más notorio es entre los jóvenes, el grupo más vulnerable ante la falta de expectativas, la precariedad y el abandono institucional. El discurso oficial, de hecho, evita vincular el problema con la crisis económica y social que atraviesa el país. No hay mención al desempleo, la desesperanza o el éxodo, factores que empujan a muchos al consumo.