Foto: Jorge Luis Borges
Texto: Darcy Borrero
Cada 24 de febrero que pasa, archiva entre la maraña burocrática páginas de reclamos acumulados a lo largo del llamado proceso revolucionario cubano. Hace solo dos, luego de meses de consulta popular en la que no todos fueron escuchados ni tampoco todos se atrevieron a alzar la mano ante el disenso, se aprobó una constitución.
La nueva ley de leyes podía haber incluido artículos sobre matrimonio igualitario, bienestar animal, libertad de prensa, protección ante la violencia de género, entre otros asuntos prioritarios para la ciudadanía.
En cambio, en términos generales, se cubrió en algunas líneas el derecho a vivienda digna, a educación y salud pública, universal y gratuita, así como se declaró la irreversibilidad del socialismo y se ponderó al Partido Comunista como órgano rector de la sociedad y el Estado.
Pero en esa sociedad que rige el Partido siguen existiendo el maltrato animal, el machismo, los feminicidios, la discriminacion política e ideológica y las muchas manifestaciones de violencia estatal.
A la cabeza de la puja por una sociedad inclusiva en que todes tengan voz y voto, hay grupos que van arrancando pequeñas cuotas de poder para transformar lo obsoleto.
Los cubanos han aprendido, como estrategia frente a la intolerancia totalitaria, a unirse más para defender pequeñas causas que para cumplir cualquier sueño de República. Hoy día no hay líderes más significativos que los activistas: LGBTI+, los protectores de animales, los activistas contra el racismo, las mujeres y aliades que luchan por una Ley Integral de Género, los artistas y periodistas independientes.
En medio de una pandemia que rezagó el ya lento cronograma legislativo, están más vivas que nunca las causas pendientes. Lo demostraron en los últimos días la manifestación pacífica de protectores de animales en busca de diálogo con el Ministerio de Agricultura; lo demostró en los últimos meses la sentada frente al Ministerio de Cultura de cientos de intelectuales el 27-N para un diálogo sobre libertades de creación y expresión, así como para el cese del hostigamiento a integrantes del gremio que disienten de la política cultural de la Revolución.
Lo demuestra la existencia de movimientos, no solo el Movimiento San Isidro, también la articulación de feministas que piden al parlamento la Ley Integral de Género, que monitorean feminicidios y proporcionan asesoramiento y redes de sororidad. Lo demuestra el movimiento 11-M, consolidado a raíz de la marcha de 2019 para pedir derechos que le fueron negados en la Constitución hasta que llegue el plebiscito para consulta sobre el matrimonio igualitario.
Son estas las circunstancias en que la violencia estatal ha escalado, al punto de normalizar los actos de repudio como parte de la cotidianidad. En medio de la crisis económica y sanitaria en la que los científicos traen la luz de una vacuna cubana contra el coronavirus, el instinto de preservación del poder que ejerce la Revolución, la deja muy mal parada, anquilosada en el lema de Patria o Muerte mientras los cubanos corean “Patria y vida”.
Sobre el tema de las regulaciones y/o disposiciones estatales quiero comentar. La situación de crisis provocada por la pandemia ha dado lugar a medidas extremas algunas tan extremas que parecen incongruentes, tal es el caso de pa prohibición de circular por la acera del malecón habanero. Puedo entender que se eliminara como sitio de esparcimiento por la pandemia, pero que no se pueda caminar por la acera del muro y si por la del lado opuesto de la avenida no me parece racional, me gustaría conocer el fundamento de tal disposición.