La Isla de los oficios

Fotos: Jorge Luis Borges

Texto: Jorge Suñol

El que llena fosforeras, el que barre las calles, la que vende mascarillas en el portal de su casa, el chofer de una guagua, el viejito de los periódicos bajo el brazo, los músicos que se plantan en una acera de La Habana Vieja para alegrar con su son, y su rumba. Los que van y vienen con su carretilla de viandas, cebollas, tomate, ají, los que sobreviven a la pandemia y “luchan” en su negocio para salir adelante.

La gente que te mira cuando tiras las fotos, algunos quieren salir, otros no dejan que los capture, más allá de que sea clandestino o no lo que hacen. Nuestra cámara capta esos rostros que le dan vida y color a las calles cubanas, que pregonan para que la gente salga a comprar, que son parte del folklore, la identidad, el ritmo de la Isla.

En cada cuadra, en cada solar, en cada rincón, hay oficios. Algunos muy antiguos, como el zapatero de la esquina, o el multado relojero que hace maravillas en la entrada de su edificio. Otros, tan nuevos como la propia pandemia. Dicen muchos que “aquí todo ya está inventado”. Pero lo cierto es que, el cubano se reinventa cada vez y busca alternativas que intentan sostener a su gente, sus hijos, su familia.

Los barrios no son los carteles del CDR, el grafiti del artista callejero, los barrios son también esta diversidad de oficios, unos rostros cansados y otros felices. Los barrios no son la casa más linda, ni la peor cuartería, es esa gente que bien temprano se levanta, para volver a su espacio cotidiano, dispuestos a lo que sea, sin miedos, a ganarse la vida, aunque sean días grises y difíciles.