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Los precios, la especulación y el desabastecimiento en el rompecabezas económico cubano

Fotos: Roy Leyra

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Las dificultades económicas en Cuba aumentan en la misma medida del alza de los precios. Mejor dicho, el incremento en los costos hasta de los productos más insospechados es uno de los síntomas más visibles de esta precariedad que ha puesto en jaque a la mayoría de los cubanos. La escasez y el propio encarecimiento de las ofertas distribuidas por el estado, ya sea en las tiendas en CUP o la ya no tan nueva red de establecimientos en MLC, ha potenciado un mercado alternativo donde cualquier producto se vende a un precio muy por encima de su valor original.

Si uno revisa los grupos de venta en Cuba en plataformas como Revolico, Telegram o Whatsapp lo menos que puede hacer es llevarse las manos a la cabeza ante la imagen de un escenario totalmente especulativo en el que se lucra con todo o casi todo. Lo mismo uno puede encontrar una jaba con 15 manzanas en 600 cup, un queso gouda “sellado” en 3000 o 4000 cup, una cajita digital para el televisor en 6000 cup o unos espejuelos graduados extraídos de alguna óptica en 100 usd.

Pero el tema se hace mucho más espinoso cuando se trata de medicamentos, porque, sobra decirlo, del acceso a un fármaco vital depende muchas veces la vida o la posibilidad de mantener estable a un paciente con algún padecimiento crónico o agudo de salud.

La crisis de los medicamentos en Cuba es muy seria. Nadie en su sano juicio demeritaría la enorme voluntad de los científicos cubanos que han logrado crear prometedores candidatos vacunales para mitigar la pandemia y, finalmente, eliminarla, en un esfuerzo diaria que le quita horas al sueño y a la vida familiar. Para la contención de este contexto sanitario, que vive en Cuba su peor época tras los reportes iniciales de covid, se han dirigido un arsenal de medicamentos que a todas luces han surtido efecto en la sobrevivencia de los pacientes.

Pero puertas afuera de las terapias intensivas, de los hospitales  con personas enfermas de covid y de los centros de aislamiento se vive una realidad muy distinta. Hay miles de personas aquejadas de dolencias que no encuentran en las farmacias los fármacos que prescinden para mantener su salud y para no terminar en un ingreso hospitalario, con todos los riesgos que esto implica en medio de la pandemia. Entonces vemos diariamente a cientos de personas que se dan a la tarea de buscar medicamentos en estos espacios digitales de compra y venta y los pagan a precios desorbitantes.  No tienen otra forma de aplacar la enfermedad o el miedo ante cualquier síntoma repentino. Existen incluso grupos especializados para la venta de medicamentos. Se pueden encontrar productos, ausentes sospechosamente de las farmacias como esteroides, antihistamínicos, antihipertensivos, entre muchos otros. Algunos tienen sello que atestiguan su fabricación foránea y otros son de factura nacional.

Prednisona, Domperidona, Alprazolam, Penicilina, Omepraxol, Diclofenaco, son algunos de los medicamentos que se expanden en esas “farmacias” virtuales. Los usuarios al menos pueden conseguir varios de sus medicamentos habituales gracias a esas iniciativas, cualquiera podría decir. Pero la realidad es discordante cuando un blíster de prednisona lo ofertan a 300 cup o un frasco de clonazepam en 450. Muchos no podrán comprarlo a un precio que excede la consistencia de sus bolsillos; otros, con un mayor poder adquisitivo, podrán sufragar el alta suma de estos medicamentos que hace un año se encontraban con mayor facilidad en las farmacias del estado; y probablemente la gran mayoría hará un esfuerzo por adquirirlos, aunque esto represente la falta de artículos también necesarios en su hogar, dígase productos de aseo o alimentarios.

La escasez de los fármacos en los establecimientos del estado y sus altos precios en el mercado negro constituyen el escenario más peligroso de la precariedad y el desabastecimiento por todo lo que se encuentra en juego. Sin embargo, ningún producto escapa de esta nueva realidad donde el límite de precios pareciera estar a la altura de las nubes. Los que pueden cambian parte de su salario en Cup a MLC para obtenerlos en divisas y el resto, para conseguirlos, han tenido que hacer, como dicen los cubanos, literalmente “magia”. Incluso, para fortuna de una buena parte, existen también grupos en los que no se venden los productos, sino que se cambian, algo que de alguna forma regresa a los cubanos a la prehistoria de las relaciones económicas. Y paradójicamente esa vuelta atrás  ha sido de gran ayuda para los que no pueden pagar los precios del bochorno. De tal modo vemos cómo en esos grupos las personas cambian lo mismo una paquete de frijoles por otro de arroz, que un litro de leche por un medicamento específico o una lata de frijoles o de carne por culeros desechables para niños o ancianos. La sobrevivencia está por encima de todo y los cubanos no solo lo saben, sino que ya tienen amplia experiencia en estas lides.

La lista de productos a precios descomunales es tan larga que no cabría en un comentario o un análisis de esta situación que, al menos por el momento, apunta hacia el incremento. El estado tiene en sus establecimientos una oferta que apenas sirve para empezar a cubrir las necesidades básicas y las tiendas en MLC, anunciadas a bombo y platillo por el gobierno para recoger divisas con las que luego garantizar los productos necesarios al resto de la población, se encuentran cada vez más desabastecidas, lo que nos llama a pensar si realmente podrán cumplir el objetivo para el que fueron creadas.  

La incertidumbre es otra de las monedas de cambio en Cuba. No funciona para el comercio pero sí para alimentar el hálito de desesperación que viven algunos en la sobrevivencia cotidiana. Los que tienen mayores accesos económicos pueden paliar la vergüenza que produce la especulación y  alza de los precios en un ritmo descomunal; el resto hace la consabida magia o se limita a ver qué le depara la vida desde la triste barrera de la resignación.

A los entuertos de este escenario se añade ahora la negativa a que los cubanos puedan depositar dólares en sus cuentas bancarias desde este 21 de junio, lo que ha incrementado el desasosiego implícito en el núcleo del difícil rompecabezas nacional.

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