Fotos: Roy Leyra
Texto: Karla Castillo
«Para que las palabras no se las lleve el viento, te las escribo en la pared. ¿Grafiti o muralismo? ¿Vandalismo? Nómbralo como gustes. Di que te da pena o vergüenza ajena ver nombres al lado de un Te Amo, ahí a la vista de todo el que pase. Búrlate de mis errores ortográficos, llámame cursi», así parecen decir los autores de esos carteles que encontramos por ahí.
Muros, paredes, escombros. Escondidos en lugares abandonados o a primera vista en avenidas. Los grafitis le dan color a La Habana; en cada esquina una firma, un dibujo, garabatos, o en estos casos, una declaración de amor.
Ahora que la Covid-19 llama al distanciamiento social, estos mensajes en las paredes parecen correos electrónicos a modo prehistórico, una vía para decir con letras escritas el romance que viven algunos, para que lo sepan muchos sin necesidad de estar reunidos a la vez, sin posibilidad de contagiarse con el virus.
Sin embargo, los grafitis no son cosa de ahora. El gobierno cubano lleva años luchando contra ellos, cubriendo los mensajes porque son “actos vandálicos”, y multando o le quitan los materiales a los artistas urbanos que se atreven.
Aun así, se ven multiplicados por la ciudad, aparecen cada día en nuevos lugares, o en los mismos donde fueron borrados. Parecen gritar: Amor o muerte ¡Venceremos!