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Sin corriente y sin dinero: así viven los cubanos entre los apagones y la bancarización

Foto: Cuba Noticias 360

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Cuando parecía que ya la caldosa de la bancarización tenía ingredientes suficientes, llegaron los apagones y mandaron a parar. La sensación de malestar de los cubanos —sobre todo de aquellos que no viven en La Habana— con la escasez de efectivo y los enrevesados mecanismos para obtenerlo se ha elevado un escalón más, cuando a las enormes colas frente a los cajeros automáticos y sucursales bancarias deben adicionarse los horarios de apagones planificados.

La gente rumia su inconformidad en los pasillos de las guaguas, a grito limpio de balcón a balcón y, sobre todo, en las redes sociales, esa especie de tendedera donde últimamente se ventilan los trapos sucios de los cubanos. Hasta los medios de prensa llega también el fracaso de un proceso que debía mejorar la economía nacional y lo único que ha generado es la sensación de que el trabajador no es dueño de su dinero.

Así le sucedió a Adriana Terrero, quien llevaba cuatro madrugadas tratando de cobrar el salario del mes. “Tenía dinero, pero no había corriente; vino la luz y hay dinero; pero, entonces, no hay conexión”. La historia que cuenta Elisa es igualmente frustrante: “Dentro del banco me dieron 1 000 pesos, pero con eso no compro ni un pomo de aceite”.

La suya es la preocupación de miles de ciudadanos, que han visto cómo las sucursales bancarias establecen límites ridículos a los montos de dinero que puede sacar un cliente por jornada; una determinación arbitraria que el cubano vence con un ardid: pasarse el día de cola en cola, de banco en banco.

Esa es la cotidianeidad de buena parte de la isla, donde el colapso de los bancos por la falta de efectivo se ha convertido en una tortura, al tener que salir a la calle con monederos, billeteras y bolsillos vacíos y las tarjetas cargadas, algo que es una práctica mundialmente válida para viabilizar las gestiones y la vida de la gente.

“Es que queremos hacer una sociedad francesa con una economía de Haití”, declara el espirituano Misael a la prensa local; por su parte, Miguel Zayas, un trabajador de Labiofam, no da crédito a lo que está viviendo: “Imagínese, pidiendo prestado teniendo dinero en la tarjeta. Y a mí me gusta el dinero en el bolsillo, en efectivo”.

En más de una tribuna las autoridades bancarias han defendido la pertinencia del proceso. Alegan que cuando se habla de bancarización, el cajero es el último eslabón de la cadena. Si existiera un alto porcentaje del sector de Comercio y de la población bancarizados, se utilizaría el cajero en una mínima expresión.

“El objetivo de la bancarización no es poner más dinero en los cajeros, es que los que venden mercancías o prestan servicios den las posibilidades al que tiene la tecnología, aunque hay personas que la tienen, pero no la saben usar; el que compra es el que tiene que decidir por qué vía quiere, desea o puede”, aclara Arelys Alfonso Valero, jefa de Banca Electrónica en Bandec en Sancti Spíritus.

¿Por qué, en medio de este cuello de botella, no se usa más el código QR? Las razones van, desde una real obsolescencia e incultura tecnológicas, hasta el desconocimiento: “No sé ni lo que es eso”, “Mi teléfono es de teclitas”, “Y el mío es un Blu de los chiquitos”. “Eso de los punticos es un cuento, si no llevas dinero en la mano, no compras el paquete de pollo”.

A ello se suma la inestabilidad de la conexión, sobre todo cuando falta —como tantas veces— el fluido eléctrico, lo que levanta suspicacia entre vendedores y clientes.

Ni siquiera porque están obligados por ley, los dueños de negocios le facilitan al comprador el pago virtual: “No puedo cobrar por la tarjeta, aunque quiera, porque después el banco no me deja sacar todo el dinero y mis proveedores me exigen efectivo en mano”, señala uno de ellos, y tiene parte de razón.

Los que tienen toda la razón, no solo una parte, son los cubanos de a pie, los que no administran mipymes, ni trabajan en el Turismo; los cubanos que viven y mueren en una cola de cajero automático para sacar 5 000 o 6 000 pesos de salario o de jubilación, un monto que por lo general ya deben y que apenas va a alcanzarles para un cartón de huevos, una botella de aceite y menos de 10 libras de arroz.

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