Foto: Roy Leyra | CN360
Texto: Redacción Cuba Noticias 360
En la mezcla de hechos y acciones singulares que a lo largo de todos estos años ha conformado lo que significa crecer en Cuba luego de 1959, existen historias, fechas, efemérides que han marcado a una generación tras otra, o al menos a una buena cantidad de las personas nacidas en la isla caribeña.
El sistema educativo cubano durante mucho tiempo fue reconocido, no solo por su gratuidad, sino por pretender una calidad en la instrucción y la enseñanza. Ahora, dentro de este proyecto iluminista y de protección, había días señalados en los que todo niño y niña se preguntaba: ¿para qué vine hoy a la escuela?
El primero de estos días todos los recordarán como “el del buchito”. Una mezcla extraña, fuerte y efectiva que pretendía proteger la higiene bucal de los estudiantes, en un esfuerzo conjunto entre el sistema educativo y el sistema de salud. Hasta el momento muy pocos de los estudiantes pueden asegurar si el buchito contenía flúor u otra materia, pero lo que, si todos recuerdan, es que por más que explicaran que “eso era por su bien”, no sabía así.
Siguiendo en materia de salud y educación también estaba el día que tocaba la vacuna. Cuba hizo y hace, varias campañas de vacunación masiva. Muchas las realizó a través del sistema educativo, pero por más organizado y eficaz que esto fuera, los niños y niñas, el día de la vacuna, tenían toda una jornada para sentir mareos, miedos o fingir un verdadero valor ante la enfermera y la aguja, mientras esperaban en su silla o pupitre, que les tocase el turno de lo que en ese momento parecía una tortura.
En una nota más distendida estaba la jornada, (podía ser municipal, provincial, nacional o a discreción de cada escuela) que se le dedica al “Día de exploración y campismo”. Este era un día para salirse del uniforme y supuestamente aprender algunas técnicas de orientación, geografía, pero… no siempre resultaba productivo aunque casi siempre era divertido.
Volviendo a la salud, quedaba un día, el cual no tenía fecha, tampoco época, sino que dependía de una situación sanitaria particular: la pediculosis, o más simplemente el día de revisar quién tenía piojos. Los brotes de esta enfermedad causaban sentimientos encontrados entre los estudiantes, pues si bien representaban días de ausencia justificada, el hecho de que la maestra decretara en alto y públicamente que el alumno había cogido piojos, era motivo de pena ante el aula. Siempre incluso hubo quien fue más allá e intentó culpar a los padres del malcuidado de sus hijos, pero lo cierto es que en lugares de grandes masas como la escuela, este tipo de patologías es bastante difícil de erradicar.