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Texto: Raul del Pino
Una vez cerradas las cortinas del XIX Campeonato Mundial de Atletismo este domingo, la delegación de Cuba puede volver a casa sabiéndose dueña de una actuación que, al menos en el medallero, quedó por encima de las expectativas.
Si hace un año en Obregón 2022, los atletas de la Isla caribeña se fueron sin preseas por primera vez en la historia de los mundiales, en Budapest la escuela antillana de salto triple sacó la cara con una plata y dos bronces, repartidos entre ambos sexos.
El éxodo de deportistas golpea a Cuba desde hace años, pero el atletismo ha sido una de las disciplinas que más lo ha sufrido recientemente con la partida o abandono de sus principales figuras, como los medallistas olímpicos y mundiales Yaimé Pérez, Denia Caballero y Juan Miguel Echevarría.
Ahora, a la capital húngara llegaba un equipo caribeño con pocas posibilidades de subir al podio según las marcas logradas en el actual curso, pero la experiencia dicta que una cosa es lo conseguido en los meses de preparación y otra lo que se alcanza en la competencia fundamental.
La pinareña Leyanis Pérez se encargó de demostrar que el estirón de 14.98 metros que plasmó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador no fue casualidad, y con un salto apenas dos centímetros más corto aseguró el bronce en una prueba que vio coronarse por cuarta vez consecutiva a la estelar venezolana Yulimar Rojas (15.08), no sin antes llevarse un buen susto.
Pero la joven saltadora de solo 20 años ya se había mostrado sólida en competiciones anteriores, como en el exigente circuito de la Liga del Diamante, y en la final mundial supo lidiar con la presión y buscar siempre mejorar su desempeño.
La otra cubana que aspiraba a medallas era Liadagmis Povea, y aunque terminó en sexto lugar tampoco decepcionó con una secuencia de 14.87 metros que constituye la mejor de su año. Fue una pugna de altísimo nivel, pues nunca antes seis saltadoras habían logrado superar los 14.85 a la vez. De hecho, con esa marca Povea hubiera ganado alguna presea en muchas de las lides anteriores.
Y antes del turno de las mujeres, Lázaro Martínez y Cristian Nápoles habían inaugurado la presencia cubana en el medallero por países con sus flamantes plata y bronce, respectivamente, en el triple masculino.
Los dos antillanos quedaron a la zaga del experimentado burkinés Hugues Fabrice Zango (17.64 metros), quien aprovechó la ausencia de última hora por lesión del titular olímpico portugués, el cubano nacionalizado Pedro Pablo Pichardo, para finalmente saborear la gloria mundial.
Martínez acarició el oro con un primer intento de 17.41, la marca que finalmente le valió para el subcampeonato del mundo. Nápoles, por su parte, se quedó a solo un centímetro de su connacional en su tercera oportunidad, y en ese momento la dupla cubana llegó a hacer el 1-2 en el podio, a falta del salto vencedor de Zango.
Sin embargo, el quedarse a las puertas de la corona no le resta mérito en lo absoluto a una actuación histórica que devuelve a Cuba a un podio varonil en el triple salto por primera vez desde 2015, cuando Pichardo quedó en plata en Beijing 2015.
Del resto de los competidores cubanos en Budapest, también resultó meritorio el cuarto lugar del saltador de altura Luis Enrique Zayas, otro que se lució en el momento más importante del año y se apareció con el mejor salto de su vida.
El santiaguero sobrepasó la varilla fijada en 2,33 metros en una prueba donde estaban los mejores exponentes de la disciplina. Por un momento, llegó incluso a situarse en posición de medallas para sorpresa de todo los presentes que no esperaban un desempeño así del caribeño, después de su discreta clasificación jornadas antes.
Ese resultado lo deja con excelentes sensaciones de cara a unos Juegos Panamericanos de Santiago de Chile en octubre, donde intentará revalidad su corona de Lima 2019.