Fotos y Texto: Roy Leyra
¿Quién recuerda los tiempos de aguas cristalinas en el río Almendares? ¿Hace cuánto de las aguas claras que invitaban a sumergirse en ellas? A la desembocadura del Almendares desde hace muchos años, el río llega como un mendigo cargado de trastos recogidos en su largo camino y los suelta todos ahí, a la intemperie.
Es un recorrido de 45 km en el que el río, cuyo nombre aborigen era Casiguagua, arrastra la inmundicia de sus alrededores, para luego, dejarla en la desembocadura: el gran basurero que vemos hoy.
Allí se acumula un sinfín de objetos. Entre ellos podemos encontrar artículos nombrados de primera necesidad, que escasean para el pueblo cubano, pero cuyos desechos abundan: pomos plásticos de aceite de cocina, bebidas, desodorantes, shampoo, suavizador, botellas de vidrio, latas, entre otros. Haciéndoles compañía, están entonces aquellos objetos más inusuales, como un televisor análogo, ropa, juguetes…
Medios internacionales especializados, como la Revista Española de Salud Pública, aseguran que la contaminación marina causa un importante impacto en la salud pública e importantes pérdidas económicas, principalmente a través de la transmisión de virus por agua y alimentos.
En Cuba, ¿quién vela por esto? La protección del medioambiente en la isla constituye supuestamente una prioridad del gobierno, cuya política ambiental se basa en los principales problemas que presenta el país como la degradación de los suelos; contaminación en asentamientos humanos, de las aguas interiores y marinas; pérdidas de los bosques y de la biodiversidad.
Sin embargo, del dicho al hecho… El Almendares sostiene su fama, pero en este caso, como uno de los ríos más conocidos por la cantidad de contaminantes que flotan en él desde hace décadas: plásticos, cartón, metal, vidrio, vagando con libre albedrío por sus aguas.
La mayoría de los lugareños jamás han visto aguas claras corriendo por La Chorrera, nombre que le fue impuesto luego por los primeros colonizadores hasta que se decidió otorgarle el de Almendares, en honor al obispo Enrique Almendaris.
En el 2010 el proyecto urbanístico y ecológico denominado Gran Parque Metropolitano de La Habana, puso en marcha un dragado de río iniciado por la carencia de infraestructura de alcantarillado y por las aguas albañales generadas por alrededor de 100 000 personas.
En 2019 llegó un challenge a la desembocadura del Almendares, a través del que una veintena de personas prestaron sus manos para recoger en medida de lo posible la zona.
Así, a lo largo de los años, han aparecido iniciativas nacidas del sueño de recuperar el esplendor natural del río, pero, y muy en concordancia con el tema, han sido echar agua en canasta.
Aún se mantiene la suciedad e incluso hasta el mal olor del río que alguna vez fue un acueducto del cual se tomaban sus aguas directamente. La verdad, es que en lo que se definen responsables y alternativas (si es que ambas cosas se buscan), hay quienes esperan, algún día, poder bañarse en el Almendares sin contraer algún tipo de enfermedad infecciosa. Mantenemos la pregunta: ¿Cuándo volverá a ser un río y no un desagüe?
Después de dos años, ¿algo nuevo sobre esta situación denunciada en el artículo? ¿O «el cuartico está igualito»?