abril 19, 2024
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Monta que te quedas: el transporte urbano en Cuba

Fotos: Roy Leyra

Texto: Karla Castillo

Se habló de un rebrote de la Covid-19 en La Habana y temíamos una de las peores noticias, que paralizaran el transporte público y limitaran la circulación en general.

La Habana se mueve a golpe de transporte público, pero no es el único, el cubano inventa y hasta en carricoches tirados por caballos te encuentras a una familia transitando por la ciudad, como si fuera lo más normal del mundo.

El límite de pasajeros en las guaguas, ahora que el coronavirus acecha y el gobierno tomó esa medida para prevenir el contagio, hace que nos amontonemos en paradas y que la espera se haga larga -mucho más larga de lo habitual- en lo que podemos acceder al dichoso bus el cual nos llevará más tarde que temprano a ese lugar X donde nos dirigimos.

Dentro de ellos, se respira a veces el temor a enfermarse. Miramos mal a quien se baja el nasobuco o te tose un poco al lado, ni mencionar aquel fumador asomado por la ventanilla.

Esto no quita que con la esperanza de llegar temprano, se nos olvide un poco todo el lío del virus, apliquemos ese raro concepto de espacio-tiempo que tenemos los cubanos y alguien grite: “¡Un pasito más que la guagua está vacía!”, cuando realmente no cabe nadie más.

Si entonces te lanzas con los particulares, la historia es un poco distinta: bicitaxis, almendrones, todos con nuevas tarifas de precios gracias a la Tarea Ordenamiento y al desorden con los mismos.

La dinámica del transporte enreda a la isla. Doctores, ingenieros, constructores, panaderos, amas de casa, estudiantes, científicos… no importa a qué te dediques, o eres de los poco afortunados que tienen carro o de seguro eres de los que cazamos guaguas, gacelas, ruteros y cuanta cosa nos sirva para movernos en esta capital de 501 años.

Las bicicletas han retomado su protagonismo, compitiendo con las incendiarias motorinas, conozco a quien no se mueve sin ellas, y más que por lo amigable que es su uso con el medio ambiente, lo hacen por evitar los tumultos, el roce.

Ciertamente, la lucha diaria con el transporte nos persigue desde hace años. Me recuerdo de niña en uno de los famosos “camellos” rumbo a Alamar con mi abuela, o a mi hermanito llorando la primera vez que se subió a un P3, después de nacer casi en la moto de mi papá y estar acostumbrado a andar en carro. Y esas son sólo mis memorias, hay quien tiene muchísimo más que contar.

Niño en bicicleta en La Habana

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