Texto: Redacción Cuba Noticias 360
La célebre frase “A falta de pan, casabe” se ha puesto de moda nuevamente en estos tiempos, cuando la escasez de casi todo obliga al cubano no solo a resignarse con lo que tiene a mano, sino también a buscar soluciones y agenciarse alternativas para sobrevivir.
Una de ellas es, precisamente, el casabe, alimento tradicional que se consume en varias localidades de la isla, pero su presencia más fuerte se documenta en Camagüey, Las Tunas, Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo.
Está considerado como una manifestación cultural con un fuerte componente histórico y viene a sustituir por estos días al tan demandado pan, que hoy se debate entre dos extremos: el barato está prácticamente incomible y el que tiene calidad está siendo cotizado a precios inaccesibles para los ciudadanos de a pie.
En Las Tunas, uno de los territorios que más enraizada tiene la costumbre de la producción y el consumo de casabe, varios campesinos se han unido para garantizar la demanda creciente de estas tortas hechas con harina de yuca.
A unos 50 kilómetros de la cabecera provincial, en una comunidad rural del municipio de Puerto Padre, ya algunos se consideran “expertos casaberos”. Tal es el caso de Julián Hernández, joven de 33 años que ha declarado a la prensa: “Me acerqué a un señor mayor de la zona quien es el más conocedor del proceso por aquí. Me enseñó los primeros pasos del oficio, fui practicando y ya salen bastante bien”.
Para estabilizar la producción de casabe los agricultores de la zona se han distribuido las tareas: unos aportan la yuca y otros se han especializado en el trabajo en el burén, esa suerte de plancha o sartén plano donde se cocinan las tortas.
La época de mayor demanda es, sin dudas, el fin de año, fecha en que se multiplica exponencialmente la demanda. No obstante, los campesinos tuneros suministran de forma permanente los puntos de venta de la gastronomía popular y del turismo, pese a que elaboran este alimento con técnicas artesanales.
La intensa sequía que limita la cosecha de yuca y la precaria infraestructura que emplean los casaberos de Las Tunas —bastante parecida a la que usaban los aborígenes de antaño— impiden el despegue de una actividad que pudiera satisfacer en alguna medida las necesidades nutricionales de la población con un producto sano, bajo en calorías y que forma parte de la más ancestral tradición culinaria de la isla.
Al tratarse de una elaboración típica no solo de Cuba, sino también de la región del Caribe, varias naciones del área geográfica preparan por estos días un expediente para solicitar que el casabe sea incluido en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco. La propuesta fue iniciativa de República Dominicana, a la que se sumaron Haití, Venezuela, Honduras y Cuba.
Entre los elementos que avalan la candidatura del casabe están el hecho de que su proceso de elaboración y consumo se halla vivo desde la práctica de hombres y mujeres portadores de una herencia aborigen que se mantiene, tanto en el campo como en las ciudades, de acuerdo con los especialistas de Patrimonio Cultural.
Descubierto en uno de los primeros viajes de los conquistadores españoles, quienes lo llamaron pan de Indias, el casabe era empacado por los ibéricos en grandes cantidades para la alimentación durante las travesías entre un continente y otro, por las posibilidades de conservación.
El casabe constituye “un elemento de resistencia cultural que se ha salvaguardado generación tras generación”, según suscriben los expertos en sus documentos y demuestran en la concreta los campesinos de Las Tunas, que se mantienen pegados al burén más por necesidad que por amor al patrimonio.