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Guitarrista Dayron Ortiz “Entre Haydée Milanés y yo existe una química muy especial”

Foto: RRSS

Texto: Michel Hernández

Dayron Ortiz es un músico que se encuentra a sí mismo cada vez que sube a un escenario, donde muestra sus cartas credenciales como uno de los guitarras jóvenes más prominentes de la actualidad musical cubana. El instrumentista, quien ha sido durante años director musical de la banda de la cantautora Haydée Milanés, ha estado defendiendo en los últimos tiempos su primer disco Ser, con canciones propias surgidas en su mayoría durante la etapa pandémica.

Dayron es un artista bastante reflexivo. No lanza palabras a la ligera y cada frase suya parte de un análisis riguroso. Esas son marcas de su personalidad. Lo definen tanto en su carrera como como en el ámbito personal. En esta conversación en un café de La Habana, acompañado del percusionista Armando Osuna (Mandy), habla sobre su nueva producción, sus consideraciones sobre la música cubana y las perspectivas de su carrera en la isla.

“Me gradué en el 2011 del Amadeo Roldán. Empecé la música con 17 años. A los 18 años era la última oportunidad que tenía de ingresar al Amadeo por concurso. Yo estudiaba economía, después fui esgrimista y contabilidad. Dejé todo aquello y me decidí por la música”, recuerda.

Durante sus años en el Amadeo trazó un sentido de voluntad compartida y un estricto compromiso con la música. Colaboró Con Lynn Milanés, Habana Entrance. Además, trabajó con el grupo de rap Doble Filo, la cantautora Rochy y Michel Herrera. Estos diferentes diálogos creativos le permiten hablar con conocimiento de causa y entender cómo debe funcionar la formación de un instrumentista.

Doble Filo es una banda de culto dentro de hip hop cubano. Dayron colaboró con ellos durante aquellos años en que eran una onda expansiva con sus primeros discos.

¿Qué te exigía como instrumentista trabajar con Doble Filo?

“Tenía bastante libertad. Estaba Edgaro, Irak, Dj Dark. Grabé un disco con ellos. Ellos tenían su historia bastante organizada y me permitió adentrarme en el hip hop con los rigores que me exigía el género. En ese tiempo también trabajó con ellos Carlos Díaz, de Qva Libre”.

El guitarrista repasa minuciosamente su época en el Amadeo. Recuerda entre sus principales vínculos creativos el proyecto que integró junto a la cantante Daymée Arocena. “Tenía además un grupo Daymée Arocena, del maestro Chorens. Con ese proyecto fuimos a festivales de jazz en Nicaragua. Chorens nos apoyó muchísimo. Hacíamos versiones y nuestras propias obras. Trabajé también con Maykel Blanco, Alain Daniel, El niño y la verdad. He tenido la suerte de moverme en diferentes géneros. Y eso es muy importante», resume.

El instrumentista comparte sus visiones de la música cubana a partir de lo que han aportado para su carrera las experiencias en las diferentes escenas en que se ha movido. Lamenta que las escuelas de música en el país no hayan compartido históricamente la sabiduría intraducible de la música popular cubana.

“En la escuela la música popular no es mal vista, pero tampoco te dejan adentrarte mucho en ella. De hecho, los profesores de guitarra me volvían locos con el tema de la técnica. Me decían que no podía tocar guitarra eléctrica. Si salía en la televisión haciéndolo me llamaban a veces la atención. Era un poco complicado”. 

Menciona inmediatamente algunas contradicciones que vivió durante aquellos años de formación. Mandy lo secunda y comparte sus criterios con la resonancia propia de su carrera.

“Por una parte cuando venía una delegación te decían que preparas algo para tocar, pero por otra frenaban los ímpetus que se iban de la formación impartida. En esos años no teníamos información. Los músicos que viajaban compartían detalles sobre otros ámbitos y artistas y esa era la forma de enterarnos de muchas cosas. El pianista Alfredito Rodríguez era profesor de la escuela en ese entonces y nos aportaba también información. La armonía popular que dan en las escuelas es muy elemental. No hay esas exigencias. A veces hasta dejábamos de ir a clases para poder tocar música popular”.

Cualquiera podría pensar que eso fue hace muchos años pero realmente este tipo de situaciones pasaban hasta hace muy poco.

Foto tomada de Jazz Club París

“Hace poco fui al Amadeo después de muchos años sin pasar por ahí, para tocar con William Roblejo. Le propuse al director de la escuela hacer una cátedra de música popular porque él se quejó del desconocimiento de los alumnos. Una parte de las nuevas generaciones de músicos no se están preocupando por nuestras raíces. Eso me da una tristeza tremenda”, explica Dayron.

Mandy recuerda que antes había un “gran ambiente de estudio” en las escuelas. “Compartíamos los casetes, los discos. Todo el que tiene más de 30 años lo recuerda. Ahora mismo nadie quiere ensayar. El ensayo es la formación de algo que le vas a presentar a la gente en vivo. Si uno no ensaya es difícil conectar con el otro instrumentista que tienes al lado. El ensayo es fundamental para la música. Actualmente lo primero que te pregunta un músico de los más jóvenes es cuánto le vas a pagar sin interesarse en lo que vas a tocar. Eso a mí me tiene bastante preocupado. Esos muchachos van a la calle y no saben tocar música popular y tienen que empezar de cero. Entonces se van por lo más fácil”.

Dayron coincide con su colega, con quien ha armado un cuarteto con una propuesta bien hilvanada dentro de la música cubana contemporánea. “En mi tiempo todo el mundo estaba estudiando. Todo el mundo estaba tocando. Y veo que cada vez eso pasa menos. Es algo que también depende de los profesores. Que tienen que motivar y enseñar bien”.

El guitarrista pone por delante dos ejemplos. En el festival Jojazz te exigen tocar un blues, un estándar, pero no exigen tocar una obra cubana. De la trova tradicional, del feeling. Hay que exigir tocar eso. Eso puede incentivar a los muchachos a tocar la música cubana. Uno puede tocar un tema cubano en obra libre. Pero en la primera vuelta tienes que tocar un blues y un estándar. La gente entonces toca a los grandes. Y se echa a un lado la música cubana”.

¿Crees que tu trabajo en la banda de Haydee Milanés ha marcado una etapa de madurez como instrumentista o ese momento aún no ha llegado?

“Esa etapa uno nunca la ve llegar. Trabajar con Haydée me ha ayudado muchísimo y me ha permitido desarrollar una parte de mi creatividad que no había explotado. Haydée es muy exigente. Esta muy clara de lo que hay que hacer, de cómo se debe trabajar. Uno se propone metas. Cuando las logras ya estás pensando en otra cosa. El día que uno diga que está satisfecho con lo que hace es mejor guardar el instrumento y dejar de lado la música porque ya le perdiste el interés a tu carrera. La música es un universo muy amplio y muy difícil. Siempre hay algo nuevo. Creo que nunca se puede decir que se alcanza todo”.

¿Cómo ha definido tu carrera el trabajo con Haydée?

“Me ha permitido alcanzar disciplina a la hora de tocar. En muchos lugares se dice que los músicos cubanos son un poco indisciplinados a la hora de tocar. En cuanto al trabajo con Haydée todo gira obviamente en torno a ella. En una ocasión el guitarrista Jorge Chichoy me dijo que me preocupara por acompañar bien porque un “solo” lo puedes tocar en tu casa. Pero saber acompañar bien no se aprende de un día para otro. Hay que enfocarse en el rol de uno y no querer resaltar. Con Haydée ese nivel de disciplina lo he logrado. Y es algo muy válido. Entre ella y yo existe una química muy especial. Después de empezar a trabajar con ella mi carrera como compositor y guitarrista ha cambiado muchísimo”.

¿Qué te impulsó finalmente a grabar tu primer disco en medio de colaboraciones y el trabajo como director musical?

“Siempre he tenido la idea de hacer algo mío. Pero nunca encontraba el momento para hacerlo. Durante la pandemia hice algunos temas y Alejandro, el esposo de Haydée, me dijo que debía grabar mi música. Así empezó este proyecto de disco. A raíz de la cuarentena comencé a grabar desde la casa. Luego le mostré los temas a la musicóloga Elsida González, de la Egrem, y me invitó a grabar el disco

Luego comencé a colaborar con Mandy, uno de los músicos cubanos que domina un set de percusión como hay que hacerlo. Yo vi que podía lograr con él la posibilidad de tener a un percusionista y un baterista. Empezamos a defender el disco en formato de cuarteto y celebramos concierto en Bellas Artes. Todo ha fluido muy bien. Así nació este cuarteto que tenemos actualmente. Ya se ha creado un equipo que funciona no solo para mi música sino también para producciones discográficas”.

En los últimos tiempos han cambiado muchas cosas en Cuba, hemos vivido la migración de muchos artistas, de público. ¿Esa situación influye de alguna manera en tu sensibilidad como músico?

“Todo influye en uno porque al final de una manera u otra te toca de cerca. Es un proceso de adaptación del que todavía uno no está totalmente consciente. La generación de los 80 puede contar lo que pasó, pero ahora mismo esto está sucediendo. En el plano particular del cuarteto hemos podido hacer cosas y centrarnos en nuestra obra objetivo. Nosotros hemos tenido suerte porque nos hemos motivado en trabajar. Y nos ayudamos cuando alguno cae en un “bajón” y seguimos. Ese camino es ahora nuestro principal objetivo”.

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