Fotos: Cortesía del autor
Texto: Michel Hernández
Rhiannon Murphy, cherokee y Patrick Willie, navajo. Ambos acaban de realizar una presentación en Cuba para celebrar el mes de la herencia indígena de Estados Unidos. Subieron al escenario del teatro Miramar enfundados en sus trajes tradicionales y repasaron los elementos de su universo creativo ante los ojos ávidos de los espectadores. Pero no lo hicieron solos. Ahí, en la noche, estaban sus ancestros, sus orígenes, las sombras tutelares que los han guiado en el conocimiento, en la profundización de su historia y sobre todo en el respeto a sus raíces.
Patrick es un nativo americano de la tribu navajo de Orem. Era su primera vez en Cuba. Su objetivo durante el viaje fue el aprendizaje. El intercambio. La posibilidad de establecer alianzas entre culturas para permitir la inclusión, la expansión de la diversidad y la integración de las comunidades.
“Estados Unidos no se puede contar sin las culturas nativas. Ni Estados Unidos ni el mundo. En el caso del pueblo navajo han sido muy importantes las contribuciones en la orfebrería de la plata y la turquesa. A través de mi comunidad descubrí la pasión que sentía por el baile. Lo descubrí a través de la indagación, de hacer preguntas”, me dice Patrick en el camerino del teatro.
Patrick no baila por bailar. Su performance tiene como trasfondo el escenario de su historia, un círculo vivo de conocimiento que comparte con el público durante cada actuación.
“La singularidad del baile con los aros ha tenido una muy buena buena recepción con el público. Esta práctica parte también de mi interés en apoyar y trabajar en la comunidad. Esa es la respuesta. En la tribu navajo se respetan desde los más mayores hasta los más pequeños. Se trata de venerar las dinámicas de la comunidad. Hay muchas posibilidades de crear colaboraciones con los cubanos”, añade.
El indio navajo está acompañado por Rhiannon. Ella viste un hermoso atuendo en el que estallan los colores. La estadounidense tiene un origen muy singular, extraordinario. Sus raíces descansan en el pueblo cherokee y en La Habana. Su madre es una cantante y bailarina habanera. De ella heredó la fortaleza y el compromiso social. La fuerza.
“Mi mamá nació en calle Teniente Rey en La Habana Vieja. Para mí ella es un símbolo como bailarina flamenca y activista social. Me enseñó a encontrar el propósito de mi vida. Caminar en La Habana ha despertado la fortaleza de mi identidad cubana y el poder de la identidad cherokee. Ha sido una buena experiencia”, comenta esta artista que viajó desde las calles de Harlem, Nueva York, a La Habana.
Rhiannon pasó diez años viajando a Cuba para estudiar la percusión africana. “En esos viajes supe porque mi abuela cantaba y bailaba de la forma que lo hacía. Fueron años de mucho estudio y preparación”, dice intercalando el inglés con un fluido español.
Su persistencia en cerrar el círculo familiar la llevó tras años de investigación a encontrar a su padre. “Entonces se fortalecieron mis raíces cherokee”.
La artista hace énfasis en el conocimiento, en el aprendizaje. “Algunos muchachos en EE.UU. sí saben de la historia de su país y otros no saben de la tierra donde nacieron y piensan que estas comunidades ya están muertas. En las escuelas públicas no se enseña la historia de los indios. No se habla de que hubo un movimiento de derechos civiles por la América india. Ese movimiento estuvo al lado de los movimientos de los afroamericanos. Estuvimos cambiando el país juntos. Y de eso no se habla”, dice.
En el escenario ejemplificaron sus palabras. Patrick con su baile con aros invitó al público a expandir la mente. A mirar detrás de cada silueta la figura lo que le dictara la imaginación. Su destreza estuvo guiada por su herencia, por los rituales de sus ancestros, por todo lo que lo que lo ha sostenido y llevado por el mundo, incluso a Cuba. El público aplaudió. Era la primera vez que posiblemente estuvieran ante un espectáculo de esta naturaleza. Y los aplausos lo agradecieron.
Rhiannon bailó e intercambió con el público sobre sus experiencias. Ambos alternaron en el escenario la fuerza vital que los abriga durante sus presentaciones en distintas regiones del mundo. Cada movimiento suyo era como el capítulo de una nueva historia que se abría como un arcoíris para los espectadores, un homenaje a sus raíces, a ese universo cultural extraordinario que nace cuando se juntan la diversidad de culturas, sin exclusiones, para que la imaginación entonces llegue al poder.
Yo siento que Mis Ancestors son decendencia #Cherokee mi intuiciòn Mis Celulas lo hablan.
Nací en La Habana #Cuba Mi Abuelo los Padres de Mi Madre es de Pinar Del Rio y Mi Abuela de Ciego De Avila.
yo me crie en Florida y ahora llevo 2 Años en #Mexico