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Divisiones sociales salen a flote en Cuba durante pandemia y ordenamiento

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Foto: Raimel Fernández

La pandemia del coronavirus hace estragos en Cuba como en la mayoría del mundo. Ha dejado cientos de familias enlutadas, personas que tendrán que vivir durante un buen tiempo con las molestas secuelas de la enfermedad; y ha agravado la crisis económica del país.

La imagen de un día cualquiera, al menos en La Habana, es el mejor ejemplo de lo anterior expuesto. Largas filas para conseguir alimentos; cubanos de cualquier edad recorriendo los establecimientos para ver qué encuentran para llevar a casa y cafeterías estatales y centros comerciales vacíos. Los negocios privados tampoco escapan a la fotografía de la precariedad. Una buena parte sufre el desabastecimiento reflejado en la disminución considerable de sus ofertas en comparación con solo un par de años atrás.

Pero la pandemia, sobre todo su actual etapa de agravamiento, ha puesto al desnudo una realidad que si bien existía no había adquirido fuste para exhibirse en todas sus contradicciones. Se trata del crecimiento de las diferencias sociales en un país que, según la narrativa oficial, nunca tendrían mayor cabida en el sistema de la isla.

Las expresiones de las diferencias se perciben en el acceso a los productos, a un nivel de vida más cómodo dentro del cuadro de la escasez que amenaza con incrementarse en los próximos meses por la falta de liquidez monetaria y la permanencia del discurso confrontativo entre los gobiernos de Washington y la Habana. A diferencia de lo que algunos esperaban, el clima del “descongelamiento” propiciado por el presidente Barack Obama no regresará a mediar las relaciones entre ambos países, al menos en un corto lapso. La propia administración demócrata de Biden lo ha dejado claro en más de una ocasión: “Cuba no es una prioridad para Estados Unidos”.

Con este contexto de fondo, las actuales diferencias económicas entre los cubanos, marcadas por el acceso al dólar, a las remesas o algún puesto laboral retribuido quizá por la “izquierda” con la “moneda fuerte” permite incluso a un sector de los cubanos evitar las peligrosas colas para adquirir productos como el pan, el pollo o los tubos de picadillo prensado, por solo mencionar tres abastecimientos casi imprescindibles en la mesa del “cubano de a pie” hoy.

O sea, las personas con ingresos en dólares tienen mayores posibilidades de evitar, entre otras cosas, los contagios por el COVID-19, aunque realmente nadie está exento de adquirir la enfermedad debido a su alto nivel de propagación y contagiosidad en La Habana. No es un asunto menor el tema. Imbrica también la prevalencia de una franja social cuya visibilidad no era tan latente años atrás, pero que ya forma parte de las dinámicas económicas de un país que parece ir hacia una peligrosa dolarización. La posibilidad de que la dirección de la economía se enrumbe hacia ese camino ha sido negada rotundamente por el gobierno, a pesar de enjundiosos análisis de economistas que alertan sobre el riesgo yacente en prácticas regidas por el acceso al dólar.

Las cadenas de tiendas en MLC han venido a ocasionar una suerte de cisma entre los cubanos, testigos de la noche a la mañana de un escenario que los ha dividido de acuerdo con sus oportunidades para adquirir divisas.

En el sustrato social cubano ya se percibían evidentes señales de la diferenciación entre diversos grupos sociales de la isla. Las discotecas, clubes nocturnos, restaurantes, hoteles antes de la pandemia acogían a cientos de personas que podían permitirse un nivel de consumo impensable para, digamos, la mayoría de la población de la isla. Ahora, con los cierres por el confinamiento, esos accesos monetarios son la principal fuente para el floreciente negocio de los pedidos a domicilio, entre otros servicios, que, pese a todo, han aliviado la vida a no pocos cubanos.

De más está decir que en muchas ocasiones el acceso a esas plataformas está cubierto por las familias cubanas en el exterior.

Nadie puede realizar con exactitud un trazado de lo que será Cuba después de esta etapa que ha puesto al límite la economía, una zona del discurso oficial por la toma de decisiones fallidas de funcionarios y el llamado ordenamiento, una pieza clave en este ajedrez económico que ha traído un sinfín de molestias entre los cubanos, no solo por el momento en que se aplicó, sino por la puesta en vigor de algunas medidas inexactas que fueron ampliamente repudiadas en redes sociales. Entre ellas el aumento del costo de la luz que llegó a un nivel de constelación y debido a las críticas debió ser repensando por los funcionarios encargados de aplicar esa serie de leyes que tras varios años de delinearlas  fueron puestas en vigor en medio de una pandemia que ha causado estragos económicos en todo el planeta y de la que Cuba está tratado de salir desde lo hondo con candidatos vacunales de factura nacional, de los cuales tanto la mayoría de partidarios como críticos del gobierno esperan que tengan resultados positivos.

El gobierno ha explicado que con el ordenamiento esperan reconstruir la llamada pirámide social fracturada desde hace décadas por un mal diseño económico heredado de las continuas crisis, la cual no permitía a los profesionales, por solo mencionar un ejemplo, vivir de su trabajo y de acuerdo con su experticia y preparación. A casi seis meses de la aplicación del ordenamiento el escenario es incierto. Lo que sí se percibe sin dificultad es la línea divisoria entre los cubanos que pueden escapar con alguna frecuencia de la estrechez económica, de las colas para satisfacer necesidades básicas e incluso hacer alguna que otra “finta” al Covid.

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