Segundo aniversario de las mipymes como lubricante en la maquinaria de la economía cubana

Foto: Roy Leyra | CN360

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Satanizadas por unos, ensalzadas por otros, las micro, pequeñas o medianas empresas (mipymes) vienen transformando desde hace dos años el escenario económico de Cuba, un lapso en el que, pese a que el discurso oficial las favorece, no han conseguido satisfacer las expectativas con que fueron creadas.

Más de 8 000 mipymes funcionan hoy en la isla en virtud del Decreto Ley No. 46, que las define como “aquellas unidades económicas con personalidad jurídica, que poseen dimensiones y características propias, y que tienen como objeto desarrollar la producción de bienes y la prestación de servicios que satisfagan necesidades de la sociedad”.

Con una cantidad reducida de trabajadores y negocios que generan ingresos moderados en comparación con grandes corporaciones industriales o mercantiles, las mipymes cuentan, a su vez, con autonomía empresarial que les permite realizar importaciones y exportaciones; definir sus productos, servicios, proveedores, clientes, destinos e inserción en mercados; operar cuentas bancarias y acceder a fuentes lícitas de financiamiento; fijar los precios de sus bienes y servicios, con excepción de aquellos que sean de aprobación centralizada; realizar las inversiones requeridas para el desarrollo de la empresa; así como acceder a los fondos de financiamiento que se establezcan para ellas.

En papeles, todo perfecto; el problema surge en la concreta, porque si bien estos negocios han logrado diversificar y ampliar las ofertas de bienes y servicios, no han conseguido abaratar los precios, que se mantienen por las nubes.

“Las mipymes no pueden resolver algo para lo que no están diseñadas”, aclara Frank Rafael Quesada Espinosa, reconocido economista, investigador y profesor universitario, quien ha dado declaraciones a la prensa en torno a los nuevos actores económicos y su rol dentro del proceso inflacionario que sufre el país.

“Las mipymes vienen a funcionar como un lubricante en la maquinaria de la economía, es muy difícil que solucionen el problema de la inflación porque son pequeñas empresas que empiezan ahora a tratar de encadenarse productivamente, incluso algunas desaparecen también, es la ley del mercado”, añade Quesada Espinosa.

El investigador y profesor universitario ha alertado sobre un error de apreciación muy común en el cubano de a pie, que considera a las mipymes como responsables directas de la inflación y las culpan por no disminuir los precios de los productos.

“Las mipymes pueden contribuir como un eslabón más —explica—, pero realmente el 80 o 90 por ciento de nuestro Producto Interno Bruto lo aportan las empresas estatales y las inversiones fuertes están enfocadas en ese sector también.

“Los capitales de las mipymes son exiguos en comparación con las grandes necesidades que existen. Es cierto que han contribuido para que determinados productos aparezcan en el mercado, incluso para que baje el precio de algunos, pero las mipymes no son la solución”.

La polémica ha venido acompañando a estas formaciones empresariales desde que fueron lanzadas al ruedo de la economía cubana, con demasiados cabos sueltos, al decir de no pocos entendidos en la materia.

La excesiva amplitud del llamado objeto social; la posibilidad de que importen productos ya elaborados y se conviertan, por ende, en meros revendedores; la falta de un mercado legal de cambio de divisas para que puedan reaprovisionarse y un largo etcétera figuran entre los puntos álgidos del debate en torno a las mipymes, que ya han merecido Mesas Redondas, programaciones especiales, entrevistas a expertos y comentarios a favor y en contra a toda hora en redes sociales.

El propio gobierno de Biden ha echado más leña al fuego de las mipymes en Cuba, pues recientemente se filtró la noticia de que la administración norteamericana brindaría mayor apoyo financiero al sector privado cubano, un paso para ayudar a estas empresas que luchan por sobrevivir en la maltrecha economía de la isla.

Si tales “curitas” dan resultado o no, aún está por verse, y está por verse también hasta qué punto podrán transformar las mipymes el escenario financiero de Cuba, un país con más deformaciones macroeconómicas que políticas enfiladas a erradicarlas.