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Uniforme escolar: nueva preocupación de los padres para este verano

Foto: Roy Leyra | CN360

Texto: Hugo León

Los dos hijos de Yanet, una joven villaclareña, estuvieron yendo a las clases con pulovers blancos durante varios meses del curso escolar pasado porque sus uniformes “ya no daban más” y no le parecía correcto mandar a sus niños a la escuela con ropa apretada o rota.

El caso de Yanet no es único, a poco más de dos semanas del inicio del curso escolar 2023-2024 en Cuba, se extienden las dudas entre los padres sobre la disponibilidad de los uniformes y de la base material de estudio para que sus hijos regresen a las aulas.

Según la Agencia Cubana de Noticias (ACN) el Grupo Empresarial del Comercio y el Ministerio de Educación comenzaron la comercialización del uniforme escolar para el curso venidero en Santiago de Cuba, con lo cual puede darse por iniciada la venta de estos en el país.

En esa provincia la venta debe culminar supuestamente el 16 de agosto y a partir de ese día se creará un “punto piloto” para intercambiar tallas y vender uniformes a estudiantes de tránsito de otras provincias. 

¿No era más sencillo simplemente vender las tallas que usa cada estudiante en el momento de ir a la tienda? En su lugar, vendedores de las tiendas santiagueras manifestaron a la ACN que no se corresponden el tamaño de las camisas con los pantalones y sayas y que la venta se hace por bonos, como se escogían los juguetes y la ropa en Cuba en los años 70 y 80 durante la supuesta bonanza del amparo soviético y luego durante el período especial.

“Comprar por fuera”

A Yanet se le comentó lo que acontece en Santiago de Cuba y respondió que al menos a ella nadie le ha avisado del inicio de la venta de uniformes en el municipio donde vive.

De todos modos, dice, “este año a mis jimaguas no les toca porque empiezan en sexto grado”. Sus hijos, de 11 años, irán con ropa de calle casi todo el curso, con pulovers que compró por 600 pesos cada uno.

No es la primera vez que pasa algo con los uniformes, explica, la alternativa siempre había sido comprar las camisas “por fuera, a sobreprecio” y en las tiendas del estado escoger shorts y sayas un par de tallas más grandes que la que realmente usa el niño y adaptarla sin cortar la tela, sino “recogiéndola” para el siguiente curso. También se podía comprar tela y ordenar la ropa a talleres de costura.

“El problema es que en los pueblos pequeños ya no hay tela ni se producen tantas cosas como antes”, comenta Yanet. Aunque Vueltas, Camajuaní y otros lugares cercanos fueran famosos por sus producciones de zapatos y textiles, durante y después de la pandemia casi todos los talleres cerraron y las nuevas mipymes no se dedican a nada de eso, explica. 

Por suerte los maestros comprenden la situación y permiten que los estudiantes ingresen a la escuela con pulover blanco o azul, indica. “Pero esto también costó un poco de trabajo, varias veces sacaron a los niños de las aulas hasta que desde Educación pidieron más tolerancia” , recordó.

Y el uniforme es sólo uno de los problemas, comenta la joven madre, “de todo lo demás, las libretas, lápices, gomas de borrar, marcadores y portaminas, no me hagas hablar”.

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