Texto: Karla Castillo
Una típica nota bibliográfica hubiera comenzado diciendo que un día como hoy, del año 1929, nacía en Gibara, Holguín, un grande de la literatura cubana, el escritor, guionista y crítico de cine Guillermo Cabrera Infante, que ganó el Premio Cervantes 1997, que falleció en Londres en febrero del 2005.
A Cabrera Infante no le calzan esas notas. Sin embargo, esta será una de esas que te dejan con ganas de más. Para hablar de él, esta es una nota breve, y por eso, injusta. Habría que escribir sobre una era de rupturas, de política y cultura, sin separar la una de la otra. Amante del periodismo, apasionado de la literatura y el cine, Guillermo decidió encauzar su vida por esos rumbos, que lo llevaron al exilio. A la eternidad.
Cuando Fidel Castro entró victorioso a La Habana en 1959, ya el escritor se había mostrado simpatizante de los barbudos, incluso ocupó cargos como director del Consejo Nacional de Cultura, ejecutivo del Instituto del Cine y subdirector del diario Revolución, que ahora es el Granma, y se encargó del emblemático suplemento literario Lunes de Revolución.
Esa paz no duró mucho, su lucha por realizar los sueños de libertad y desarrollo cultural que prometía la revolución dejó de tener la misma visión que la del recién implantado gobierno, de lo que buscaba Fidel para la isla.
Nació en 1960 “P.M.”, el corto de Orlando Jiménez Leal y su hermano, Alberto «Sabá» Cabrera Infante, y comenzó el debate, las diferencias, y el principio del fin del amor idílico entre los intelectuales y la revolución cubana. Los polémicos años 60.
Fue suprimido Lunes de Revolución, Fidel expresaba en 1961 su “Dentro de la Revolución todo; contra de la Revolución, nada”; a Cabrera Infante lo expulsaron de la UNEAC, traidor le dijeron; fue enviado a Bruselas, en 1962; regresaba luego para ser retenido por el Servicio de Contrainteligencia durante cuatro meses; se iba nuevamente en exilio.
Se ganó así el gobierno cubano uno de sus más implacables críticos, ni volvió a la isla, ni quiso que más adelante “Tres tristes tigres” y “La Habana para un infante difunto” fueran publicadas en la colección de emigrados del Ministerio de Cultura.
A pesar de ese divorcio entre el gobierno y Cabrera Infante (que han tratado de cambiar con el tiempo), la literatura cubana se supo siempre vinculada al también autor de “La ninfa inconstante”, porque como mismo dijo Enrico Mario Santí, en su texto “Cabrera Infante: el estilo de la nación”, el escritor encarnaba, como ningún otro, el estilo literario de la nación cubana.
Para Leonardo Padura, ese otro gran olvidado de los medios estatales, pero admirado escritor de fama internacional, Guillermo «es un indispensable de la cultura cubana», que «tiene el gran mérito de haber convertido el lenguaje del habanero en lenguaje literario».
Sin embargo, en su artículo el “Abrazo del oso”, publicado en El País, el filósofo y narrador Fernando Savater cree que el intento de retomar a Cabrera Infante desde el gobierno cubano, “no es más que la típica jugada de los burócratas de las dictaduras moribundas, que intentan echar el lazo a escritores y artistas relevantes de la disidencia».