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Antonio Machín: uno de los grandes de Cuba enterrado en Sevilla

Foto: David Estrada

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Pocos sabrán que una parte importante de la historia del chachachá, el son y el bolero descansa en el cementerio de San Fernando. Antonio Machín, el genio musical cubano que con sus ritmos conquistó a toda España hasta quedarse enamorado en Andalucía, descansa en Sevilla.

Fue el día de Navidad de 1941, un momento muy difícil no sólo en España sino en todo el mundo, que Antonio Machí debutó en Sevilla. Sí, el mulato cubano nacido en Sagua la Grande e hijo de José Lugo, un gallego emigrante, y Leoncia Machín, una cubana con mucho carácter que dio a luz a 17 hijos.

Su presentación ocurrió en la inauguración de la boîte Hernal que abría sus salones destinados a té, baile y bar con un cartel de lujo: “la orquesta Mundial Jazz, del Casino de la Exposición, y la orquesta Miura, dirigida por Juan Sobré, con «su gran elemento de color» Machín, procedente del hotel Ritz de Barcelona y la sala Casablanca de Madrid”, según figura en el periódico ABC de Sevilla.

Antonio Machín siempre buscó la aventura en su vida, fue por ello que decidió emprender camino de su natal Sagua a La Habana, donde dejó en la mente de muchos sus éxitos, aunque hoy apenas se le recuerde en el cancionero cubano.

Al salir de la isla continuó recorrido por EE.UU., después a Londres y París, para instalarse finalmente en Barcelona en septiembre de 1939, huyendo de la guerra y la amenaza nazi. 

Luego de su debut en Sevilla en la noche de Navidad del 41 y hasta el 11 de enero de 1942, el músico cubano se mantuvo conquistando a los asistentes a sus conciertos, quizás sin darse cuenta que también la ciudad lo había conquistado a él hasta hacerlo suyo para siempre.

Vale destacar que en la ciudad andaluza ya se había establecido 12 años antes su hermano Juan Gualberto, quien trabajó en las construcciones de algunos de los pabellones, entre ellos el de Cuba, de la Expo Iberoamericana del 29. Con Juan Gualberto vino su mujer, Herminia Gironda, y su hija mayor, Carmen Emilia. Luego tuvo en Sevilla dos hijos más, Enrique y María José.

Machín no demoró mucho en volver a Sevilla, donde encontró el amor, en ese mismo lugar que le abrió las puertas a su arte. Fue en el Hernal donde conoció a una muchacha mucho más joven, Angelita Rodríguez, nacida en Córdoba pero residente en la capital andaluza.

Así el cubano conquistó a la cordobesa y contrajeron matrimonio el 10 de junio de 1943 en la iglesia de San Luis de los Franceses, una de las más bellas de Sevilla, la misma ciudad donde luego vieron nacer a su hija Irene.

En Sevilla Machín tuvo su chalet en la antigua calle Manuel Mateo, hoy nombrada precisamente Antonio Machín en su honor.

Tanto fue su amor por esa tierra, que aunque murió en Madrid en 1977, siempre manifestó su deseo de que lo enterraran en Sevilla, donde además está inmortalizada su figura en bronce desde diciembre de 2006.

Algunos medios de la época reflejan que a su sepelio asistió una multitud. Desde entonces su mausoleo en el cementerio de San Fernando está custodiado por un angelito moreno que resguarda la sobria lápida de mármol negro donde reluce su nombre eternamente.

Durante varios años posteriores a su muerte se estuvo realizando un ritual casi mágico. La Diputación de Sevilla organizaba unos ciclos de mestizaje entre el son y el flamenco, durante los cuales las agrupaciones cubanas que asistían llegaban hasta la tumba de Machín para, como buen cubano, ofrendar ron y cantar boleros.

Para algunos fue una especie de rito santero, para otros uno de los homenajes más bonitos que se realizaron al cubano de nacimiento y sevillano de adopción.

La ciudad de Sevilla recuerda hoy al cubano, en su cementerio, en su calle y en su estatua. Muchos rememoran sus famosas maracas y otros aún bailan al ritmo de “El Manisero” o “Ángelitos negros”; incluso habrá quienes dejen de vez en vez “Dos gardenias” sobre el negro mármol.

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