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Los restos de Cristóbal Colón: un viaje de La Habana a Sevilla

Foto: Shuterstock

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

En una especie de viaje post mortem, los retos de Cristóbal Colón han tenido varios destinos. Tras su muerte el 20 de mayo de 1506 en Valladolid, el Almirante fue enterrado en un modesto monasterio de esa ciudad española, a pesar de su deseo expreso de ser sepultado en América. Allí comienza esta historia, aunque pareciese ese el final.

A los tres años de su fallecimiento, los restos de Colón fueron trasladados al monasterio de Santa María de las Cuevas en La Cartuja de Sevilla, hasta que en 1537 se le otorgó el permiso a María Rojas y Toledo, viuda de uno de sus hijos, Diego Colón, el traslado de los huesos de su esposo y del padre de éste a la Catedral de Santo Domingo, República Dominicana.

Así se cumpliría la última voluntad del Descubridor de América de ser enterrado en el Nuevo Mundo, aunque existen teorías que difieren de esta, principalmente porque Colón no dejó escrito sobre la misma. En Santo Domingo descansaron sus restos hasta que en 1795 fueron exhumados y llevados a Cuba, donde fueron depositados en la Catedral de La Habana.

Otra parte importante en esta historia es sin dudas el sepulcro. Una imponente obra que custodia los restos, tampoco exentos de polémica sobre su autenticidad, a pesar de que las pruebas de ADN realizadas en la primera década del 2000 confirmaron que pertenecen al Descubridor.

Pero volvamos al sepulcro, un conjunto funerario exquisitamente diseñado que según los historiadores costó cerca de 100 000 pesos a las arcas de la Hacienda de Cuba y que nunca llegó a albergar los restos del navegante en La Habana.

Con motivo de la celebración por los cuatro siglos del descubrimiento de América, en febrero de 1891 se lanzaron varios concursos para realizar obras conmemorativas a la fecha. Precisamente como resultado de uno de ellos, se le concedió un premio de 50 000 pesos a Arturo Mélida, un destacado arquitecto y escultor español de la época.

Varios medios de prensa españoles hacen referencia a los detalles de la obra de Mélida, que no está nada exenta de simbología. Según indican, la pretensión del propio autor fue representar “a España guardando en tierra americana las cenizas de Cristóbal Colón”.

El féretro donde descansan los restos de Colón es portado por cuatro reyes, cada uno mostrando en su pecho a los reinos de España: Castilla, León (al frente), Navarra y Aragón (detrás).

Por su parte, en las túnicas que visten estas figuras se pueden contemplar detalles como granadas, coronas, cadenas y murciélagos, haciendo alusión también a los reinos de Valencia o Granada. Además, los dos reyes del frente de la obra portan un crucifijo -simbolizando el cristianismo- y una lanza -referencia de los sacrificios-, aportando así un matiz religioso al conjunto. En la caja se puede leer: “Aquí yacen los huesos de Cristóbal Colón, primer Almirante y descubridor del Nuevo Mundo R.I.P.A.”.

La pieza fue elaborada en su mayoría en España, mientras en Cuba solo se realizó el pedestal donde se emplazaría el resto del monumento tras su llegada para la inauguración. No obstante, la obra no pudo ser develada en la fecha prevista, octubre de 1892, y fue postergada hasta cinco años después.

Según los documentos históricos que alberga el Archivo de Indias no fue hasta marzo de 1898 que se realizó una pequeña ceremonia, con la cual se daba por finalizado el montaje del monumento en la Catedral de la capital cubana.

A pesar de esta inauguración oficial, y debido a la compleja situación política existente en la isla en ese año, los restos de Colón continuaron en el nicho ubicado en una de las paredes laterales de la Catedral, donde descansaron hasta que con motivo de la guerra hispano-norteamericana fueron trasladados definitivamente a Sevilla.

Con el fin oficial de la dominación española en Cuba se inició un gran movimiento de repatriación hacia la península de aquellos bienes que la corona consideró de mayor valor. Fue así que los restos de Colón fueron embarcados en el vapor Conde de Venadito el 12 de diciembre de 1898.

A su llegada a España, los restos fueron emplazados en la catedral de Sevilla, ahora sí incorporados en el sepulcro diseñado por Arturo Mélida. El pedestal sobre el que descansa el conjunto en la capital hispalense no es el mismo que tendría en La Habana. En el actual podemos ver una leyenda que dice: “Cuando la isla de Cuba se emancipó de la Madre España, Sevilla obtuvo el depósito de los restos de Colón, y su ayuntamiento erigió este pedestal”.

Cuando se entra a la Catedral de Sevilla, la mayor catedral gótica y la tercera iglesia más grande del mundo, es inevitable pararse frente a la tumba del Almirante. Su solemnidad impresiona: encima de un pedestal, permanecen de pie cuatro gigantes que sostienen en parihuela un féretro. Los cuatro reyes no portan solamente los restos del navegante, sino que custodian uno de los tesoros más grandes de España: el legado del hombre que descubrió el Nuevo Mundo.

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