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Polémica en las redes: Cheíto, el pecado y el olvido

Foto: Swing completo

Texto: Alejandro Varela

El pasado sábado 13 una noticia sacudió los cimientos de los amantes del deporte en Cuba. Pedro José «Cheíto» Rodríguez decía adiós a este mundo, a los 65 años en su natal Cienfuegos, víctima de una insuficiencia renal. No se hicieron esperar los cientos de mensajes de condolencias en honor de quien fuera uno de los más grandes jonroneros de los campeonatos cubanos de béisbol.

Sin embargo, un detalle ausente en las notas oficiales de medios de prensa y personalidades políticas de la Isla, no pasó desapercibido y se menciona con particular insistencia en redes sociales. Más allá de sus descomunales batazos, Cheíto también es recordado por aquella lamentable sanción que lo separó de los diamantes con solo 29 años, 12 series nacionales y 276 jonrones en su cuenta.

En el año 1985, cuando su carrera se encontraba en pleno clímax, las autoridades de la pelota isleña le impusieron una condena de tres años sin jugar por guardar unos dólares que recibió como regalo de un rival en un torneo amistoso en La Habana; la ley cubana por aquellos tiempos penaba la tenencia de la divisa estadounidense. Ese suceso marcó un antes y un después en su trayectoria, a tal punto que a su regreso nunca más fue el mismo. Así lo evidencian los solitarios 10 cuadrangulares que conectó en el breve tiempo en que volvió a jugar antes de colgar definitivamente el uniforme.

Aunque el propio jugador evitó hablar en numerosas entrevistas de un tema que finalmente se llevó a la tumba, no son pocos los que ahora demandan una disculpa pública por tal decisión que le cambió la vida a quien, al entender de expertos y aficionados, fuese hoy el máximo jonronero de la pelota cubana. En esa cuerda, el periodista de OnCuba, Aliet Arzola, fue uno de los más enfáticos al recordar en Facebook que horas después de su muerte, «sigue vagando -en esta tierra o en el infierno- el alma en pena que pretendió enterrar a Cheíto por el «pecado» de guardar unos dólares».

Arzola hace notar que «no hay referencia a eso en los actos y palabras oficiales tras la muerte de Cheo. Tal parece que aquel capítulo no ocurrió, que su carrera no fue truncada, que rescribieron la historia. Ahora dicen que duele la noticia y me parece tremendamente cínico. Para dolor, el de Cheo, expulsado de los diamantes, condenado al silencio, casi desterrado con una de las más burdas humillaciones que se recuerden».

Las palabras del que fuera reportero por varios años encargado de cubrir el béisbol en el diario Granma, encontraron un gran respaldo en la referida red social, incluso de algunos periodistas que laboran en el mismo aparato de medios estatales, aunque otros se expresaron de forma diferente. Este último caso fue el de Pavel Otero, jefe de la sección deportiva del Sistema Informativo de la Televisión Cubana, quien posee una amplia audiencia en sus comentarios de la Emisión Estelar de las 8:00 p.m.

Otero, siempre expresándose con sumo respeto, reconoció que en aquella ocasión «tomaron una decisión muy fuerte con Cheíto, como la tomaron en su momento con Anglada, con Germán, con Paret, y con otros» (quienes también sufrieron cuestionadas sanciones), pero prefirió no tildarlas de «correctas o incorrectas» y sugirió «en cualquier caso, contextualizar cada fenómeno».

«Creo que injusto es traer al 2021 y evaluar con la perspectiva actual lo que sucedió hace 40 años. Injusto porque el contexto social es muy diferente. Injusto porque, aunque no existiera jamás una disculpa pública de un decisor, la mayor disculpa se la dio su pueblo con el cariño y la admiración inmensos que siempre recibió Cheito», analizó el comentarista.

Pero a esa sentencia Arzola respondió argumentando que sería un error decir que el pueblo le dio una disculpa, «porque el pueblo no tenía que disculpar a Cheíto. El pueblo fue el sustento de Cheíto, el pueblo fue quien no le dio la espalda a Cheíto, el pueblo fue quien sufrió junto a Cheíto cuando las autoridades lo enterraron en el lodo por una «indisciplina» inconcebible».

El columnista sugirió que «el pueblo, como Cheíto, también merece una disculpa. ¿Qué digo una? Merece muchas más, por esos otros casos de injusticias injustificadas que también mencionas», en alusión a la larga historia de duras sanciones contra atletas que empaña la historia del béisbol –y el deporte- cubano.

Años después de su retiro, Rodríguez formó parte de las propias estructuras dirigentes que lo marginaron en su momento, y quizá por eso prefirió no abordar un asunto que era mejor dejar a un lado ante la imposibilidad de volver el tiempo atrás. Es por eso que Arzola señala que, aunque el cienfueguero se negara a hablar de aquel capítulo, «como también prefieren hacer otros que pasaron por torturas similares, eso no significará JAMÁS que hayan olvidado. Recuerdo ahora una conversación con Anglada –rememora el reportero–, en la que pregunté si la herida por todo lo que pasó estaba cerrada, y me dijo de manera tajante: No, no se puede cerrar. Me lo voy a llevar a la tumba».

Esa anécdota trajo un nueva réplica de Otero, quien cuestionó que «si ellos se lo llevan y llevarán a la tumba, ¿qué derecho tenemos nosotros de removerlo y hasta debatirlo públicamente?… No creo que Cheíto esté mirando con gusto este debate, a pocas horas de su partida -dijo. Me niego a ir en contra de la voluntad de los muertos. Si él no quiso, nosotros no somos quienes, para hacerlo, y menos en su ausencia», concluyó.

Inevitablemente, la muerte de Pedro José Rodríguez trajo a colación otra vez los dos temas que marcaron su vida: su inmensidad con pelotero y la triste sanción que frustró su carrera. En el deporte cubano –como en la vida de todo el país– hay heridas abiertas de antaño cuyas cicatrices no se podrán borrar ni con el pasar de los años. Esta es una de ellas, de las más tristes y lamentables que recuerdan muchos. De las que, ni siquiera una disculpa pública, podrá cambiar el amargo sabor que deja.

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