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Además de la escasez de combustible, ¿qué afecta al transporte público en Cuba?

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Además de la escasez de combustible que enfrenta actualmente el transporte en Cuba, existen otras dificultades en el transporte público de la isla caribeña, que la convierten en un lugar verdaderamente trágico para desplazarse.

Cada guagua adquirida durante los últimos años para poner en marcha la sustitución de los camellos “M” por los articulados “P” en La Habana tiene un valor de 200 000 dólares, cifra la cual las autoridades cubanas han asumido que no pueden disponer para arreglar completamente el parque automotriz de la capital.

En ese sentido hace unas semanas trascendieron imágenes de los antiguos “M” “rumiando/rondando” por la Habana, como si de un chiste o viaje al pasado se tratara, pero esto solo ilustra la difícil situación en la que se encuentra el transporte público en la ciudad cubana.

El déficit de transporte es generalizado en toda Cuba, pero es quizás más notorio en la capital cubana donde habitan casi 2 millones de personas. En diciembre el director general de Transporte de La Habana, Leandro Méndez, dijo a medios estatales que de los 878 autobuses con los que contaba entonces la capital, sólo se encontraban operativos 435, el 49%. Esa cifra no se volvió a actualizar, recuerda un reporte de la agencia AP.

Según declaró el ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez el pasado febrero, cada año se necesitan 40 millones de dólares sólo para el mantenimiento de los autobuses, sin contar con la reinversión en unidades nuevas. También es importante aclarar que incluso en una situación menos angustiosa con el combustible, se utilizan diariamente más de 80 000 litros de diésel en transporte público, indicó el funcionario.

En Cuba siempre se ha seguido una política de nueva inversión, pero no de mantenimiento de los objetos adquiridos, hasta que estos llegan al total deterioro. Este mismo proceso sucede con los ómnibus del transporte público.

Las cooperativas entre el estado y los choferes para el arrendamiento de taxis o de gazelas parecía ser una opción rentable para aliviar el peso del transporte público más grande, pero esto también se encuentra estancado, pues el estado como parte garante de piezas de repuesto o de precios más negociables para los arrendadores de los vehículos, falla constantemente en mantener una oferta estable.

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