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Vacas lecheras entre La Habana y Miami

Foto: Jorge Luis Borges

Texto: Darcy Borrero

Este 14 de abril, cuando el Gobierno de La Habana anunció que los ganaderos cubanos podrán vender a la población sus excedentes de carne, leche y productos lácteos, los ecos llegaron hasta Florida, Estados Unidos. En la ciudad de Miami, lugar del mundo donde se asienta el mayor número de exiliados cubanos, los medios hispanos dieron la noticia, no sin aclarar que para poder vender a particulares, los ganaderos en la isla deberán antes cumplir con “sus compromisos de entregas al Estado” y con que “no haya decrecimiento de la masa ganadera”.

Así lo dijo Miguel Díaz-Canel, el presidente cubano, durante una reunión con productores agropecuarios, expertos y científicos, en la que se anunciaron 63 medidas para “potenciar la producción de alimentos” en un contexto de fuerte escasez de estos y otros productos básicos. Del otro lado del Estrecho de la Florida, donde cerca de 125,000 vacas lecheras producen más de 300 millones de galones de leche todos los años, la medida de Cuba se lee con escepticismo. Cautos, los medios publican que en teoría se puede comprar carne de res. Y recuerdan que “durante décadas esta fue prohibitiva para el cubano (lo sigue siendo, a nivel práctico)”.

En parte, las pocas expectativas con que se recibe la información por parte de los emigrados que desde “afuera” envían remesas y alimentos a sus seres queridos, tienen que ver con el estilo de gobierno de la isla socialista, donde los paquetes de medidas suelen lanzarse a bandazos, a prueba y error, sin que prime una línea de acción coherente entre ellas. Por lo que antes te podían apresar, ahora simplemente se aprueba, pero con límites. En lo que sí hay coherencia es en la forma de mantener el bajo perfil de la iniciativa privada.

En este caso, tras varias décadas de insatisfacciones de los agricultores y ganaderos porque solo han podido venderle a la empresa estatal de Acopio a precios fijados por el Estado, esta seguirá comprándoles a los productores el litro de leche de vaca a 7,5 pesos cubanos —30 centavos de dólar—. Y si este cumple o sobrecumple el plan de entrega mensual a la industria, recibirá 9 pesos —37 centavos de dólar— por cada litro adicional, en un país donde están fijados el salario y la pensión mínimos en 1528 pesos, unos 64 dólares al cambio oficial de 24×1, pero mucho menos si se toma como referente la tasa del mercado informal aproximadamente 40×1.

Mientras en Cuba se sueña con la llamada soberanía alimentaria en medio de la escasez y el encarecimiento de los alimentos, las vacas de la Florida, producen leche a la vez que están ayudando al medio ambiente porque proveen nutrición sostenible. Un alto grado de especialización de los ganaderos y de eficiencia de los sistemas productivos permiten que así sea. De acuerdo con información compartida por el portal Leche de Florida, “gracias al compromiso de los granjeros lecheros, el impacto ambiental para que una vaca produzca un galón de leche hoy en día es significativamente menos que en años anteriores. Por ejemplo, se necesita un 30% menos de agua, un 21% menos de tierra y una huella de carbono un 19% menor que en 2007. Este compromiso de cuidar el medio ambiente no es reciente, de hecho, se ha visto por muchas décadas”.

“Este compromiso de asegurar que las vacas contribuyen a un sistema alimentario sostenible es una prioridad para los granjeros lecheros de la Florida”, añade el portal y explica que hasta un 30 por ciento de la dieta de las vacas lecheras se compone de subproductos que no son comestibles para los seres humanos: la cáscara de naranja, el bagazo de la cerveza y los productos de repostería viejos, entre otros.

“Los granjeros lecheros de la Florida reciclan alrededor de 170,000 toneladas de productos que son consumidos por las vacas, gracias a sus 4 estómagos, las vacas lecheras pueden procesar y convertir esos alimentos en leche nutritiva en lugar de terminar en los vertederos”, puntualiza y detalla que un subproducto de las granjas lecheras con potencial de sostenibilidad es el estiércol de las vacas, un fertilizante natural que se convierte en una fuente de energía renovable. “El estiércol de vaca es rico en nutrientes y fertiliza las tierras de cultivo para mejorar el rendimiento tanto para las personas como para los animales. Una vaca produce suficiente fertilizante para cultivar 25 kilogramos (56 libras) de maíz o 38 kilogramos (84 libras) de tomates”.

El reciclaje adecuado del estiércol de las vacas desempeña “un papel central en la protección de los lagos, ríos y arroyos cercanos. Los agricultores almacenan el estiércol y lo esparcen en sus campos de cultivo de acuerdo con un plan de manejo de nutrientes que toma en cuenta los tipos de suelo que se encuentran en la finca, el terreno de los campos y la cantidad de nutrientes que necesitan los cultivos”.

“Estamos hablando de toneladas y toneladas de subproductos que otras industrias no usarían si no fuera por la industria láctea”, dijo a Leche de Florida el granjero lechero local, Matt Lussier, quien además aseguró que los subproductos son importantes para la alimentación de las vacas y ejemplificó cómo las cáscaras y la pulpa de los cítricos son subproductos comunes en Florida, un estado conocido por sus jugos.

En todo este proceso, prácticamente no hay sobras, puesto que después de hacer jugos de toronja y de naranja, estas se secan y se convierten en alimento —en forma de gránulos— para vacas lecheras. Les proporcionan una fuente saludable de energía y calcio.

Asimismo, con un enfoque aún más ecológico, en Florida se ha desarrollado el concepto de impartir “respeto y compasión en el cuidado adecuado para tener vacas sanas y felices”.

Las granjas lecheras de Larson se asociaron con Brightmark, el proveedor de soluciones de desechos globales, para iniciar en el Sur de la Florida la construcción de digestores de metano, los cuales convertirán el estiércol de vaca en gas natural renovable y generarán suficiente energía para abastecer a unos 4,000 hogares.

En este contexto de prácticas innovadoras para la comodidad de las vacas, mejoras en su alimentación y el diseño moderno de los establos; se ha reducido un 30% el consumo de agua, un 21% menos de tierra y un 19% la huella de carbono que en el 2007 a nivel nacional.

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