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Cubanos celebran a La Virgen de la Caridad del Cobre en una de las épocas más difíciles del país

Fotos: Manuel Larrañaga

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

No es un momento cualquiera en el que Cuba celebra este miércoles, 8 de septiembre, a La Virgen de la Caridad del Cobre. Los cubanos están viendo morir a decenas de personas a diario, se llevan bien profundo las heridas por las pérdidas familiares y muchos ya conocen a alguien que haya enfermado o fallecido por COVID- 19.

A esas cifras del luto se une la ruptura ocurrida por la inédita represión durante las protestas del 11 de julio, una fecha que rompió con la aparente estabilidad social que existía en la superficie del país y creó graves fisuras en un pueblo ya dividido por la emigración, por la ideología y por un mar que se ha tragado a miles que han tratado de buscar una vida mejor en los Estados Unidos.

En los momentos de crisis, que no han faltado en la isla, la Virgen de la Caridad del Cobre ha sido uno de los mejores resguardos para este país. Se cuentan por decenas las fotografías de los que se han tirado al mar con una efigie de “Cachita” en el cuello o guardada en el bolsillo, los que van a pedirle a su santuario o que simplemente le rezan en sus casas. Le piden por ellos, por su familia, por los hijos, por los padres. Le piden, en resumen, por Cuba.

En Cuba no se ha dejado de adorar a los santos, de rezar por el bienestar familiar o del país, ni confiarse a la virgen para emprender algún proyecto. Los símbolos religiosos siempre han estado presentes en el entorno social del país, de la identidad cubana.  Durante décadas atrás podía traer graves problemas el mostrar apego a la religión públicamente. Las personas, sin embargo, no abandonaron, en su mayoría, la fe. Pedían o rezaban en silencio, aunque luego a la luz pública rechazaran cualquier intento por vincularlos a la religión. Ahora, que han mejorado un poco los tiempos en cuanto al respeto a la religiosidad, La Patrona de Cuba ya ocupa públicamente el lugar que en su momento le negaron las ordenanzas y posturas del gobierno.

Cuando parece no haber nada a que sostenerse, muchos se encomiendan a la fe. Ese intento por sobrevivir está regulado particularmente por la necesidad de sentirnos acompañados, de pensar que, sí, que existe “algo” que nos va a salvar o al menos aliviar la zozobra en ese instante de máxima tensión. Cuando han fallado los seres humanos no ha faltado la fe. “Chachita”, la Patrona, ha sido pedestal e impulso. Ha sido ancla y embarcación. Ha sido todo lo que también no han podido ser los hombres. “Cuba está rota”, “Cuba duele”, “Cuba necesita ayuda”. Esas frases se leen continuamente en las redes sociales o en diferentes sitios de Internet. No deja de ser cierto que cada aseveración está sujeta a tendencias ideológicas o espirituales de diferente cauce, pero también es cierto que el significado de todas esas frases no está lejos de la verdad.

Los testimonios hacen un hueco en el alma. Los cubanos relatan en Facebook cómo han visto a familiares que han fallecido por falta de medicamentos, por falta de oxígeno o por falta de una cama en un hospital colapsado. No existe posibilidad de consuelo en medio de ese dolor que es para toda la vida, que regulará por largo tiempo la forma en que nos relacionemos con el país, con sus leyes, con sus figuras políticas.

Lo único que ha podido salvar a algunos de un terrible naufragio en los abrevaderos del dolor es precisamente la fe religiosa. No han faltado los mensajes en que las personas han tratado de apaciguarse por la pérdida encomendándose a la Virgen de la Caridad del Cobre, con la certeza de que ella es también una fuente de justicia, de amor y que siempre será una puerta para el rencuentro.

Puede haberlo, pero es difícil que exista un contexto más difícil para Cuba que el vivido durante estos dos años marcados por el auge de la pandemia y las miles de repentinas muertes, cuando parecía que las imágenes televisadas de los países quebrantados por el coronavirus nunca serían las imágenes de Cuba. Hoy, cientos de habaneros se dieron cita en la iglesia del barrio chino en San Nicolás y Manrique. Seguramente muchos feligreses han ido también a visitar el santuario de “Cachita” en Santiago de Cuba, tratando de cumplir con todas las normas sanitarias para no enfermarse. Allí, en ese ritual del silencio, en voz baja, cada uno ha pedido por  la familia, por la salud, por la vida: por otra oportunidad.

No se puede tener una imagen muy certera de lo que sucede en ese momento si alguna vez no se ha visto de primera mano esa comunión que se establece entre los cubanos y “La Patrona de Cuba”. No faltan las promesas ni los ruegos durante esa conversación espiritual que devuelve nuevos ánimos.

Los ruegos son tan diferentes como diferentes son los cubanos. A “Chachita” se le pide lo mismo por salud, por cumplir un sueño, por la reunificación de la familia en otro país, por vivir una vida que no sea esta…

Hoy los reclamos por salvar a algún familiar o amigo en peligro de muerte por Covid han tenido seguramente un lugar muy especial en esa conversación cercana con “Cachita”. No hay cifras exactas de cuántos cubanos profesen fe en la religión, ya sea católica o Yoruba, pero de lo que no cabe duda es que religiosos o no, los cubanos sabemos que “Cachita” es una parte intrínseca de Cuba y que no dejará de estar cuando ya no quede más nada.

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