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Cuando nadar no tiene precio

Foto: Yander Zamora / EFE

Texto: Manolo Vázquez

Las más de 400 playas de nuestro país son una de las principales riquezas naturales de las que nos enorgullecemos los cubanos. En ellas nos hemos regocijado en incontables momentos la gran mayoría de los nacidos en esta isla, disfrutando de sus cálidas y gratuitas aguas. Y es que han persistido a lo largo de los años, sin lugar a dudas, como el destino más económico, si tenemos en cuenta que para ir a cualquier otro sitio la billetera precisa de elevados volúmenes.

Pero la pandemia ocasionada por el COVID-19 ha cambiado muchas cosas, como el acceso libre a las playas. Entre policías y ciudadanos que se hacen llamar “cuidadores” se niega el paso de quienes han intentado broncear el color de su piel en un contexto diferente a las colas y echar de paso, unas brazadas este verano. De hecho, los más aventurados han recibido elevadas multas tras violar lo establecido.

Según la Agencia Cubana de Noticias, “del 2 de agosto al 10 de septiembre se impusieron en La Habana 1 731 multas, de 2 000 o 3 000 pesos, a personas que persisten en bañarse en las playas del litoral de la capital”.

Estas sanciones toman como base el nuevo Decreto Ley, número 31, el cual regula el protocolo en la actual etapa, que se enfoca en las indisciplinas sociales que han tenido y tienen lugar entre la población, lo que se traduce en aglomeraciones de personas. Y aunque pudiera parecer justo y sensato, la realidad se muestra con excepciones, pues en algunas zonas netamente turísticas, donde se reúnen vacacionistas que poseen mejor nivel adquisitivo, no parece aplicarse esta ley. Un rápido sondeo por las cuentas de Instagram de algunas influencers cubanas es clara prueba de ello.

Tales son los casos de playas como Santa María, El Mégano y Tarará, esta última con opciones incluso de alojamiento, que permite por consiguiente el acceso libre a la primera zona con arenas blancas del Este capitalino, sin que nadie suela interponerse en su bienestar.

En cambio, en una de las más frecuentadas debido al fácil acceso en transporte público, la campestre Guanabo, la seguridad es extrema. Dicho incluso por los lugareños, quienes a pesar de vivir a pocos metros del mar han tenido que aislarse de sus costumbres y/o negocios; pues una buena cantidad de ellos son arrendadores, para aferrarse como único modo de bronceo a las largas y aún más concurridas colas cuando surten de algún producto básico, como pollo, picadillo o aceite, en la única tienda que sobrevive aún en moneda nacional dentro de los límites de esa localidad.

Mientras el cubano de a pie se estaba debatiendo entre colas, guaguas, reuniones… a mediados de julio el gobierno de La Habana desmintió a través de su cuenta oficial en Twitter los rumores que circularon en la población con respecto a la posible reapertura de las playas: “Informamos que son falsos los rumores sobre la próxima apertura de las playas en #LaHabana. Cuando la situación epidemiológica mejore y se apruebe el acceso a dichas áreas la noticia será dada por los medios oficiales pertinentes”, refería aquel mensaje.

Pero la situación sanitaria va de mal en peor. La curva de casos y decesos por COVID-19 continúa elevada, y en el cercano horizonte varias medidas que sugieren inevitables aperturas son evidentes.

Se ha anunciado que el próximo 15 de noviembre las fronteras del país volverán a abrirse. Según una nota emitida por el Ministerio del Turismo, “se flexibilizarán los protocolos higiénico-sanitarios a la llegada de los viajeros, los cuales estarán centrados en la vigilancia de pacientes sintomáticos y la toma de temperatura. Además, se realizarán pruebas diagnósticas de manera aleatoria, no se exigirá el PCR al arribo y se reconocerá el certificado de vacunación de los viajeros”.

Hablamos entonces de una posible alza de la economía, y por demás, del regreso a las playas, porque los viajeros que arriban a nuestro país tienen entre sus principales objetivos disfrutar de las tranquilas aguas que rodean nuestro archipiélago.

Entonces el criterio de que las playas son uno de los sitios menos peligrosos, pues son abiertas y extensas, seguramente lo podremos escuchar a partir de noviembre; cuando los niños estén en las escuelas, los padres trabajando o en las ya mencionadas colas, y los extranjeros disfrutando de nuestros paraísos cristalinos.

1 COMENTARIO

  1. Muy custodiadas las playas por los policías mientras q no hay ninguno en las colas donde se llena de coleros y hay más de una pelea por adquirir productos de primera necesidad .

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